El tiempo que niños, adolescentes y adultos pasan frente a las pantallas continúa en aumento y genera creciente preocupación entre los especialistas. Aunque los expertos recomiendan no exceder las dos horas diarias fuera de obligaciones escolares o laborales, un estudio publicado en BMC Public Health revela que el uso promedio internacional ronda o supera las siete horas al día, evidenciando un amplio desbalance respecto a lo recomendado.
El experto en bienestar digital Yaron Litwin señala que no existe una cifra universal de tiempo adecuado, sino señales claras de exceso: cuando el uso de pantallas interfiere con el sueño, el rendimiento académico o laboral, y las relaciones familiares. Subraya además el rol ejemplificador de los adultos, cuyo comportamiento digital influye directamente en el de los niños. Organismos como la OMS establecen límites específicos por edad, desde prohibición total en menores de dos años hasta un máximo de dos horas diarias entre los seis y los 17 años.
Las advertencias se hacen más urgentes debido a los múltiples riesgos asociados al uso intensivo de dispositivos. Según la terapeuta ocupacional pediátrica Olivia Hodges, los principales efectos negativos incluyen fatiga visual, dolores posturales, alteraciones del sueño por exposición a luz azul y dificultades emocionales y sociales, especialmente en menores. La exposición constante a estímulos digitales también puede aumentar la ansiedad y la dependencia a la dopamina que generan estos dispositivos.
Los especialistas recomiendan establecer reglas claras, supervisar el acceso digital de los menores y priorizar actividades fuera del entorno tecnológico. Estrategias como la regla 3-6-9-12 ayudan a fijar límites saludables y retrasar la exposición temprana, evitando la formación de hábitos nocivos. El acompañamiento activo y la comunicación familiar resultan claves para que los niños aprendan a gestionar emociones sin recurrir exclusivamente a las pantallas.
El principal desafío, advierten los expertos, es encontrar un equilibrio responsable entre la presencia inevitable de la tecnología y la protección del bienestar físico y emocional. El ejemplo de los adultos, sumado a límites coherentes y consistentes, constituye la herramienta más eficaz para promover un consumo digital saludable dentro del hogar.