En los años 90, Willie Rivera firmó un contrato exclusivo con el sello discográfico RMM PRODUCTIONS de New York, el mismo que tenía al cantante Marc Anthony como una de sus estrellas. El chalaco Guillermo Zapata Huertos, nombre verdadero del sonero, fue anunciado como unas de nuevas figuras de la disquera por la proyección que tenía como salsero. El tiempo lo terminó encumbrando como una de las voces peruanas más exitosas.
En una entrevista exclusiva para Trome, Willie contó la verdadera historia de su famoso tema ‘El cariño es como una flor’, himno de los salseros románticos del país y del extranjero que, por azahares del destino, casi no interpreta. Parafraseando al maestro Rubén Blandes en su canción ‘Pedro Navaja’: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. El tema que fue compuesto por el cantautor ítalo-venezolano Rudy La Scala, terminó por darle el mayor éxito. Un éxito que bebió, en sorbos pequeños, porque después siguieron otros temas como: ‘Obsesionado’, ‘Si tú no estás’ y ‘Quiero volver a ti’.
De sonrisa fácil y coqueta, el buen Willie es un hombre formado en el trabajo duro. Nada fue sencillo para él, desde pequeño, vivió en un barrio picante de El Callao y supo conducir su vida hacia el camino del éxito. Siempre guiado de la mano de su señora madre. Hoy, ese muchacho que estudiaba Publicidad se alista para grabar su próximo disco, Willie DC, y para brindar una serie de conciertos en Estados Unidos y Colombia. Pide la palabra un verdadero sonero o, como él dice, ‘un tipo con suerte’.
Willie Rivera: Del Callao para Miraflores
Willie, ¿de qué barrio eres?
Soy del barrio de Canadá, Callao.
¿Qué recuerdos vienen a la memoria de tu infancia?
Mi casita tenía techo de calamina delgada y las paredes estaban hechas de calamina un poco más gruesa, pero calamina al fin. Recuerdo que mi papá ponía papelitos para que no se cuele el viento porque, en el invierno, el frío te mata; y en el verano, hay un calor impresionante.
¿Cómo era tu barrio?
Era un pampa y habían dos caños para todo el barrio. Era un asentamiento humano, hablemos claro. Mi mamá me decía: “Nunca digan que es un asentamiento humano, digan que es la residencial Canadá” (risas). Yo le creía, hasta que un día alguien me corrigió: “Es un asentamiento, no jod...” (risas). La verdad, tengo los mejores recuerdos.
Salsero chalaco alcanzó la fama con la canción 'El cariño es como una flor'
¿Fue complicada esa época?
No había agua potable, las mujeres recogían el agua en el único caño que había para toda la gente que estaba ahí. En un cilindro, las vecinas llenaban el agua y lo llevaban a sus casas. Pero pasaba algo curioso con el cilindro que usábamos para recoger el agua
Cuéntanos…
Curiosamente, ese cilindro sonaba como un tambor cuando ya no tenía agua y lo volteabas. Recuerdo que mi papá tocaba el cilindro y acompañaba a mi mamá, ella que cantaba muy lindo. Mi madre, que está viva en la presencia del Señor, cantaba a voz en cuello. ¡Ay, Dios mío!, la voz que tenía mi mamá, hermano. No es porque sea su hijo, pero la voz de mi mamá era una cosa de locos.
¿Recuerdas alguna canción que cantaba tu señora madre?
“Al dulce bordonear de las vihuelas, hoy día se estremece como antaño, el viejo callejón de un solo caño ...” (canta). Mi mamá cantaba esos valses. “¡Hasta cuándo estás sufriendo, hasta cuándo estás llorando, hasta cuándo corazón! …” (canta). Mi mamá, hermano, la voz que tenía mi mamá. Había momentos en que mi papá estaba ‘pasadito’ de copas (risas) y no podía acompañar a mi mamá, ahí Willie entraba a acompañar a mi mamá. Yo miraba como mi papá tocaba. Obviamente estábamos imitando un cajón pero, en realidad, era un cilindro.
Pero siempre, todos juntos en familia
Sí, siempre juntos. Recuerdo que el piso de mi casita era de tierrita, se echaba agüita para que no se levantara el polvo y nosotros dormíamos en camarotes. Hasta que la situación económica de mi papá mejoró y ya le puso cemento al piso. Pero todos dormíamos en camarotes; yo dormía arriba, mi hermano abajo; en el otro camarote estaba mi hermana y así nos acomodábamos. Adentro estaba dividido: la sala, dormitorio y el cuarto que era de mis padres. La casa no era tan pequeña, era grande. Al ser invasión, tú vas ubicando tu espacio, quieras o no. Vas haciendo más grande tu casita, te vas proyectando.
¿Conservas amistades de tu barrio de Canadá?
No, no tuve muchas amistades porque nosotros éramos niños cuando nos fuimos del barrio. Recuerdo que tenía 14 años cuando nos mudamos a Bolognesi, en el Callao. Ahí sí compartí con los chicos del barrio como ‘Charola’, Gigo, los que se me vienen a la mente.
¿Y por qué en el otro barrio no?
En Canadá, no tanto porque los muchachos que jugaban pelota no eran de mi edad y mi mamá no nos dejaba salir. Es más, nosotros recién a los 18, 19 o 20 años, hemos compartido con la gente del barrio de Bolognesi. Mi mamá nos tenía encerrados en la casa por las cosas que ella sabía que pasaban allí y en el otro barrio. Mi mamá así nomás no nos dejaba salir a la calle, siempre nos tenía bien protegidos. Fue su crianza y creo que fue lo más correcto. Mi mamá fue una mujer muy sabia.
Fuente: Trome