El fenómeno de las listas de infidelidad volvió a estallar en redes: tras la caída de la famosa “lista negra de las girls”, surgió el Registro Nacional de Infieles (RNI), una plataforma que ya acumula más de 6.200 nombres de presuntos infieles en el Perú. Lo que empezó como un Excel viral ahora se convirtió en una página web masiva que desata furor, morbo y controversia.
Aunque varias listas intentaron reemplazar al archivo original, ninguna tomó tanta fuerza como el RNI, que permite clasificar relatos por provincias, distritos y ocupaciones. Su estructura organizada y su lenguaje “testimonial” la volvieron un imán para miles de usuarios que buscan exponer, denunciar o simplemente curiosear.
En pocos días, personas de todo el país —e incluso del extranjero— comenzaron a enviar relatos anónimos que mezclan humor, traición y drama, bajo la etiqueta de historias “ficticias”. La viralización del RNI evidencia cómo la indignación digital puede funcionar como una justicia paralela, capaz de destruir reputaciones sin verificación alguna.
Pese a advertencias legales y debates éticos, la moda sigue creciendo. Cada día surgen nuevas versiones y metodologías más discretas, pero con el mismo propósito: señalar infieles y dejar huella digital, alimentando una tendencia que revela tanto la curiosidad colectiva como los riesgos de exponer vidas privadas en internet.