Escribe: Noelia Zelada Yauri
Cada septiembre, en la comunidad campesina de Salinas Huito, ubicada en un salar detrás del volcán Pichu Pichu en el distrito de San Juan de Tarucani, comienza un proceso fundamental en la cadena de producción textil: la esquila de alpacas. Este evento marca el inicio de un ciclo que inicia en la crianza del auquénido hasta la creación de prendas de alta calidad.
PRIMER ESLABÓN DE LA CADENA. María Choque Chite es productora textil de 55 años y junto a su esposo esquilarán este año entre tres y cinco alpacas. Tras la esquila, la fibra se lava, se hila y se convierte en chompas y otros artículos textiles. Nos cuenta que hace décadas hacía trueque de sus productos solo entre su comunidad, cambiaba textiles por alimentos.
“Mi mamá nos enseñó a tejer chullos y chompas desde que éramos niños. Ella usaba lana de llama y hacía trueque en la ciudad”, comenta María.
La fibra de alpaca es conocida por su suavidad y ligereza; no pica excepto cuando se mezcla con lana de llama, cuenta Gladys Quispe Flores, otra productora de San Juan de Tarucani.
Según un estudio del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú, la fibra de alpaca es hipoalergénica y posee excelentes propiedades térmicas, siendo capaz de mantener el calor en condiciones extremas. Quispe recuerda que debido a la falta de transporte y carreteras en su distrito, sus abuelos utilizaban la fibra para tejer toda su vestimenta.
Choque y Gladys Quispe no cuentan con un local fijo y dependen en gran medida de las ferias para comercializar sus productos. Ellas no solo preservan una tradición ancestral, también contribuyen a una industria textil global que valora la calidad y la sostenibilidad. Al apoyar estas ferias y productos artesanales, los consumidores no solo adquieren piezas únicas, sino que también ayudan a mantener viva una tradición cultural rica y vibrante. Por ello pueden comprar sus productos en la feria de la plaza de Armas (calle Álvarez Thomas) que estará abierta hasta el 9 de agosto.