El estado de Pensilvania se prepara para debatir una de las normas más estrictas sobre tecnología escolar en Estados Unidos, luego de que un proyecto de ley que busca restringir el uso de teléfonos móviles en colegios secundarios recibiera luz verde del Comité de Educación del Senado el 9 de diciembre de 2025. La propuesta, que deberá pasar a votación en el pleno, forma parte de un movimiento nacional que busca frenar las distracciones digitales dentro del aula.
El proyecto plantea que los celulares no puedan estar a la vista durante la jornada educativa y que su uso quede prohibido salvo en emergencias justificadas. Cada institución tendrá libertad para implementar el mecanismo más adecuado, desde lockers especiales hasta la obligación de mantener los dispositivos apagados. Legisladores como Devlin Robinson, Vince Hughes y Steve Santarsiero defienden la iniciativa, señalando que existe evidencia clara sobre el impacto negativo de los smartphones en la concentración y el ambiente escolar.
Si la norma es aprobada, entrará en vigor en 2026 y afectará directamente a estudiantes de secundaria. Con esta medida, Pensilvania se sumaría a los 35 estados estadounidenses que ya imponen restricciones al uso de celulares en escuelas públicas, con casos más radicales como Georgia, donde la prohibición rige desde preescolar hasta octavo grado. A nivel global, varios países han adoptado normativas aún más severas, incluso limitando el acceso de menores a redes sociales.
El debate académico respalda estas preocupaciones. El informe “Celular en la escuela: uso, distracción y aprendizajes” —elaborado por Andrea Paula Goldin, María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén— advierte que, aunque los teléfonos pueden tener usos pedagógicos, también representan una fuente constante de distracción, ansiedad y aislamiento social en adolescentes. Las autoras destacan además diferencias de género: los varones suelen mantener las notificaciones activas, mientras que muchas estudiantes reportan sentirse presionadas a responder mensajes en tiempo real.
La discusión en Pensilvania refleja un dilema global: cómo equilibrar el acceso a la tecnología con la necesidad de recuperar la atención plena, la interacción presencial y el bienestar emocional dentro de las aulas. El futuro de la ley dependerá de la votación final en el Senado estatal, pero la tendencia internacional apunta hacia políticas cada vez más estrictas en torno al uso de celulares en el entorno escolar.