Ricardo Liniers Siri regresó a Lima junto a Kevin Johansen para ofrecer dos conciertos en el teatro nacional y presentar Es nuestra forma de comunicarnos en la FIL. Autor de Macanudo y de portadas para The New Yorker, Calamaro y Kanaku y El Tigre, Liniers, la intuición y la ternura como forma de resistencia.
“Al principio, pensé que me iba a gustar el derecho y me aburrió violentamente, luego probé publicidad y en un momento dije voy a hacer algo para mí y me metí en un taller de historieta con el dibujante Pablo Sapia. Había algo que tenía metido por haber leído la revista Mad, Mafalda o Tintín y de repente se me activó ahí, y fue como el momento donde a Robocop la mira se le pone roja”.
“Pero nunca imaginé que podría mantenerme a mí mismo —admite Liniers, y ríe—, financieramente sabía que era un suicidio. Realmente, estaba dibujando hacia el abismo, era una época sin internet. Yo creo mucho en la intuición, no sé por qué es esto, pero es esto”.
Desde Vermont, donde enseña humor gráfico en The Center for Cartoon Studies, Liniers habita un entorno natural que parece salido de sus propias viñetas. “No sabes cómo ha evolucionado mi dibujo de árboles”, comenta, como si cada trazo creciera junto a él. En sus historias, los duendes, conejos y brujas son cómplices de una ternura que no evade el mundo, sino que lo observa con humor.
“La gente piensa que el artista va a decir algo nuevo y va a ser como una verdad revelada. Y eso no existe ni en la religión, ni en la filosofía, ya está todo dicho. Jesús, Buda dijeron lo mismo, pero The Beatles lo dijo de una manera artística, dijeron: ‘All you need is love’ tatarará, y ese tatarará nadie lo había dicho así. Vos si hacés una pintura, sos el único que va a pintar esa pintura”.
Su mirada sobre el amor es tan sencilla como profunda. “El amor es ceder ante el ego, es hacer desaparecer el narcisismo que tenemos todos... Igual con tu pareja, si realmente es amor, vas a querer que le vaya bien a ella, querer ayudarla. Todo lo demás, cuando es para vos, es ausencia”.
Junto a Kevin Johansen, Liniers convierte el escenario en un espacio compartido de humor y emoción. “Hay algo ahí, de dejarme llevar a donde vaya la canción o la música o el sentido del humor”, dice sobre su manera de dibujar en vivo. En sus presentaciones, música y dibujo se entrelazan como una sola historia contada con acordes y líneas.
“Es emocionalmente agotador”, responde sobre los gobiernos de Trump. “Vivimos con cierta fascinación por la cultura americana, The Simpson, Bob Dylan, pero en Estados Unidos tiene mucho eco esta especie de ángel/demonio... y yo creo que hubo una reacción a que les pusieron un presidente negro y es un país que no resuelve muy bien su racismo”.
“Ahora arreglamos todo”, ironiza sobre Argentina y Milei. “Se dice mucho en América Latina que estamos en crisis, y yo veo que esa crisis constante está en el mundo de la política, la economía, pero en el mundo de la cultura nuestros países nunca están en crisis, en música, en cine, en libros. Está en crisis la gente que nos gobierna”.
Cuando la entrevista termina, Liniers sigue dibujando con el dedo en los restos del café, como si cada gesto suyo reafirmara su filosofía: que la ternura, el humor y la intuición son también una forma de resistencia. En un mundo que premia la dureza, su trazo insiste en detenerse, mirar y recordar que la sensibilidad es, quizás, la forma más revolucionaria de existir.