Durante su primera intervención pública tras la polémica, Rafael López Aliaga contó que su viaje a Roma fue un “retiro espiritual” y que buscaba entregarle al Papa símbolos de Lima. Sin embargo, la audiencia privada no se concretó.
“No me dejaron ver al papa”, afirmó Lopéz, señalando que hubo una campaña de “difamación” en su contra para impedir el encuentro.
El alcalde sostuvo que, pese a la frustración, eligió mantener una actitud de perdón. “Los perdono porque era una ilusión, no como alcalde, era una ilusión como católico”, expresó al remarcar que su motivación no fue política, sino religiosa.
Desde el Vaticano, la periodista Elise Ann Allen explicó que la negativa respondió a la política de neutralidad en contextos electorales, ya que cualquier gesto podía interpretarse como respaldo político. Además, precisó que el pedido de audiencia se gestionó fuera de los canales de la Nunciatura, lo que aceleró la respuesta negativa.
“Mezclan lo que es ya mi vida interior, mi vida personal con tema político”, insistió López Aliaga, quien defendió su derecho como católico a ver al Papa y resaltó el simbolismo de su retiro espiritual en Roma, más allá de la controversia pública.