Dina Boluarte volvió al centro del debate nacional tras publicar una columna en Infobae en la que describe su presidencia como un periodo gobernado “entre el aislamiento y el asedio político”. La exmandataria afirmó que asumió el cargo hace tres años por sentido de responsabilidad histórica y no por ambición, en un país marcado por la inestabilidad, la polarización y la pérdida de confianza en sus instituciones. Según su relato, su llegada al poder coincidió con una de las coyunturas más frágiles de los últimos años.
La expresidenta aseguró que gobernó completamente sola, sin bancada aliada, sin operadores políticos y sin coaliciones de respaldo. “La soledad con la que goberné no fue una metáfora, sino una realidad diaria”, afirmó. Señaló que tomó decisiones en medio de una “hostilidad abierta” y sin los mecanismos habituales para gestionar conflictos, lo que la obligó —dijo— a actuar en “un terreno minado” mientras el país “hervía por dentro”. Este escenario, según sostiene, no lo enfrentó ningún presidente en tiempos constitucionales recientes.
En su columna, Boluarte afirmó que la polarización social aumentó su aislamiento y que las traiciones fueron el golpe más duro de su mandato. Apuntó a antiguos aliados y sectores políticos que, asegura, prefirieron apostar por la “desestabilización” antes que por la defensa de la institucionalidad. También denunció que varios colaboradores optaron por la conveniencia antes que por la coherencia. “Conocí la traición en su forma más sutil y más explícita”, sostuvo, afirmando que continuó en el cargo “por el Perú y no por quienes la traicionaron”.
Boluarte también señaló que su condición de mujer y andina intensificó los ataques. Indicó que se le exigió ejercer autoridad dentro de límites “aceptables para una mujer”, lo que calificó como un reflejo del machismo político en el país. Asimismo, afirmó que su identidad fue usada como arma política tanto por detractores como por grupos que intentaron monopolizar su voz. Según dijo, esta doble carga reforzó los prejuicios y la discriminación en los juicios políticos y mediáticos a los que fue sometida.
Aunque reconoció errores de gestión, la exmandataria los atribuyó a la complejidad de las múltiples crisis que enfrentó su gobierno. Señaló que pudo comunicar con mayor empatía, pero insistió en que cada decisión buscó evitar que “el caos se convirtiera en la nueva normalidad”. Reivindicó, además, una labor silenciosa para mantener la estabilidad macroeconómica y proteger la calificación crediticia del país. Boluarte concluyó pidiendo que la historia evalúe su gobierno desde el contexto real: “un país dividido, una institucionalidad amenazada y una violencia política dispuesta a arrasar con todo”.