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Escribe: María Coaguila Torres
A los 26 años, Neptali Juan Coaguila Gallegos tuvo que convertirse en padre, su historia es un testimonio de amor incondicional y resiliencia frente a las adversidades. Desde los sacrificios que hizo para continuar sus estudios y mantener a su familia, hasta las noches en vela cuidando a su pequeña, la vida de Neptali es un reflejo de la dedicación y el esfuerzo incansable de un padre comprometido.
En esta entrevista, Neptali comparte los momentos más emotivos de su paternidad, las dificultades que enfrentó y las pequeñas victorias que hicieron que cada sacrificio valiera la pena. Su relato nos ofrece una ventana a la vida de un hombre que, con mucho trabajo y amor, ha logrado superar las pruebas del destino para asegurar un futuro mejor para su hija.
¿A los cuántos años tuvo a su hija?
Me enteré que iba a ser padre cuando tenía 26 años y mi esposa 19. Estaba cursando el segundo año de mi carrera de educación en agropecuaria en el Instituto Pedro P. Díaz. Para mantenernos, trabajaba carreteando en el Avelino desde las 3 hasta las 7 de la mañana. Mi esposa y yo también vendíamos pan con mortadela o palta en nuestro salón. Cuando su embarazo avanzó, trabajé como carpintero en Saga Falabella, donde instalé las telas en Cineplanet y las mesas de Kentucky.
¿Cómo fue el día en que su esposa dio a luz?
El día que mi esposa iba a dar a luz, pedí permiso a mi jefe, pero no me lo permitió, así que renuncié y fui al hospital. Lo primero que vi fue que mi hija no lloraba, y se la llevaron a otro cuarto. Luego lloró fuerte. Las señoras ahí me dijeron que era un varón, pero yo sabía que era una niña. Mi hija nació prematura, en el octavo mes, y los doctores recomendaron que se quedara en el hospital. Decidí llevármela a casa. Era tan pequeña y delgada que me daba miedo cargarla.
¿Cuándo sintió verdaderamente la paternidad?
Sentí verdaderamente la paternidad cuando mi hija tenía tres meses y mi esposa se enfermó de varicela. Ella tuvo que irse a la casa de sus padres, y me quedé con mi pequeña. Lloraba mucho porque quería amamantar, pero no podía. La tuve en mis brazos todo el día y hasta dormí dos días seguidos de pie porque si la dejaba echada, lloraba. No salí del cuarto en una semana, hubo días en que sentía desesperación por no poder ayudar a mi pequeña a calmar su llanto.
¿Alguna anécdota que recuerde especialmente?
Cuando mi hija tenía un año, llegué de trabajar y vi a personas jugando a adivinar dónde estaba una bolita. Aposté 2 soles, que eran para la leche de mi hija, y los perdí. Triste, llegué a casa y un amigo vino a visitarme y me compró plantas por 80 soles. Luego, otro amigo llegó y compró más, sacando en total 120 soles ese día. Fue como un milagro de Dios.
¿Qué fue lo más difícil de la paternidad?
Lo más difícil fue cuando mi hija se enfermó con el virus del crup (infección vírica que produce una inflamación de la mucosa de las vías respiratorias). La llevamos de emergencia al hospital Honorio, donde se quedó un mes internada. Tenía fiebre altísima y necesitaba nebulizaciones. Mi esposa estaba con ella, pero a mí no me dejaron entrar. Pasaba todo el día afuera, trabajando en el Avelino y llevándole almuerzo a mi esposa. Ver a mi hija conectada a las máquinas fue muy doloroso.
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