Escribe: Noelia Zelada
Para Jorge Ascuña, la figura de su padre va más allá del simple parentesco. Su voz se quiebra al recordar cómo le brindó apoyo incondicional en los momentos más difíciles. “Mi papá constantemente nos decía que en la familia siempre hay que ayudarnos mutuamente, en las buenas y en las malas”, comparte emocionado. A través de su experiencia personal, don Jorge no solo honró ese legado familiar, sino que buscó transmitirlo a sus propios hijos. Su historia es un testimonio de amor, sacrificio y un profundo compromiso con ellos.
¿Por qué su padre es muy especial para usted? Nuestra relación ha sido muy buena, en verdad muy buena. Él es una parte importante de mi vida, definitivamente y cada vez que hablo de él se me quiebra la voz. En realidad me ayudó bastante. Venía a visitarme a mi casa y además de brindarme consejos para desarrollarme en la sociedad, me dio apoyo económico cuando me había quedado sin trabajo y ya tenía a mis tres hijos. Cuando tenía algunos problemas familiares él mediaba ni para mí ni para la mamá de mis hijos. Tienen tantos valores que yo también les inculcó a mis hijos.
¿Qué sintió cuando sus hijos nacieron durante los años 90? Es un cariño que cuesta explicar y que implica mucha responsabilidad, porque uno entra en desesperación y angustia cuando no hay un trabajo fijo. Entre 1990 y 2000 los trabajos se tornaron difíciles, nos vimos obligados a buscar trabajos de cualquier tipo para alimentar a nuestros hijos.
¿Enfrentó alguna dificultad en su crianza? Sí, debido a esto, me vi obligado a migrar a otro lugar para trabajar, dejando a mis hijos solos con su mamá. Me encargaba de los aspectos económicos, estuve 5 años fuera de Arequipa trabajando para empresas del sector automotriz. Viajaba frecuentemente a Cusco y Puno, regresando una o dos veces al mes. Quería que mis hijos sean profesionales y que no sufran lo que yo he sufrido. Porque (nosotros) no hemos tenido tanto acceso a la educación o a una carrera profesional.
¿Qué les diría a sus hijos? Que la vida no dura para siempre y el tiempo es el peor enemigo del hombre. Mientras estén jóvenes traten de aprovechar todas las capacitaciones o todo lo que tengan a su mano para desarrollarse (...) Siempre les dije que tienen presencia, tienen facilidad de palabra, lo único que les falta es ganas y que quieran surgir. Pónganse metas y ayúdense siempre.
¿Cómo ha utilizado su experiencia de vida para enseñarle a sus hijos? La experiencia de la vida te enseña a actuar diferente a esta edad. Ya actúas con más sabiduría. A nuestros hijos les podemos dar ese alcance sumado a la nostalgia al decirles que no tengan miedo, porque muchas veces perdemos las batallas por miedo a comunicarnos a decir las cosas o que nos callen. Pero cuando ya estás maduro y hablas con base no tienes miedo. Desde el comienzo le enseñé a mis hijos a no quedarse callados.
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