Lo ocurrido tras las lluvias de los últimos días desnudó una realidad que todos los años muestra la misma cara con diferente maquillaje. Familias que lo pierden todo, hasta la esperanza en una vida mejor, tras ser golpeadas por los efectos de la naturaleza traducidos en huaicos que arrasan lo que encuentran a su paso.
Sin embargo, esta realidad merece un análisis que esquive el lodo y piedras que vienen en cada ingreso de huaicos. Como punto inicial podemos apreciar que la mayor parte de zonas afectadas resultan siendo las mismas de todos los años. Esto podría deberse a que se trata de viviendas construidas en lo que antes eran cauces naturales para el agua que bajaba desde nuestros volcanes.
Recordemos aquel dicho que repetían nuestros abuelos: “el agua conoce su camino” o “el agua tiene memoria”. Así, resulta lógico que cada vez que hay aluvión, el acumulado por la lluvia recorra arrasando todo a su paso.
Ante ello, nuestras autoridades poco o nada hicieron durante todos estos años. Recordemos que la mayor parte de estas asociaciones lleva entre 5, 10 o 15 años instaladas. De nada valieron las advertencias sobre lo peligroso de construir en antiguas quebradas. Ahora vemos como el agua se lleva construcciones que serían la envidia de cualquier familia (casas de dos o tres pisos, cercos, puentes, etc.). Todo a la vista y paciencia de autoridades, no solo del presente, sino de pasadas gestiones.
Cuando la temporada de lluvias acabe, sería bueno que todos pongan las “barbas en remojo” para evitar que se repitan con tanta incidencia estos episodios. No esperemos que hayan más vidas que lamentar en torno a desastres que se pudieron evitar.