“Creo que debemos ser como somos y no cambiar para agradar a los demás”, dijo Lyan de 6 años, justo en el momento en que acababa de contar una historia donde el personaje que es una niña va cambiando su forma de vestir y de ser para agradar a los demás y por recomendación de sus compañeros de clase.
Oír a Lyan me lleva a reflexionar sobre lo importante de escuchar a los niños y niñas en los diversos espacios de la sociedad, esto denota confianza en su competencia, en su capacidad, en lo que saben, en su mundo interior, esa información y esos saberes deberían ser escuchados, aunque en las casas, las escuelas y las calles no damos voz a nuestros niños y solo les decimos qué y cómo hacer y actuar.
Creemos que los niños son vasos vacíos que hay que llenar y que todos son iguales, cuando en realidad cada uno tiene sus particularidades, sus propios conocimientos, vivencias, habilidades y talentos y merecen ser escuchados con el corazón.
Las escuelas deberían compartir espacios de conversación, análisis, y la lectura es una gran oportunidad para ello, con 20 minutos de lectura diaria podemos crear hábitos de lectura y espacios de comprensión lectora.
Dar voz a los niños y reconocerlos en su grandeza y ser único nos brinda oportunidades de una mejor sociedad y un mundo más habitable para todos.
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