Una emboscada cobarde terrorista que ha dejado cuatro militares fallecidos, pone alerta al país sobre el accionar de estos grupos sanguinarios que impiden el normal desarrollo de las actividades y que han tomado como bastión todo el sector del Valle de los Ríos Apurímac y Ene (Vraem).
Se trata de los remanentes narcoterroristas que operan en el Vraem y que constantemente toman represalias ante los intentos de las fuerzas del orden en pacificar este sector. Cada vez que se producen intervenciones en laboratorios clandestinos de producción de drogas o cuando se captura a cabecillas terroristas, sus huestes contragolpean haciendo daño.
Hasta hace algunos años el problema lo constituían básicamente los rezagos de los grupos terroristas que asolaron nuestro país en las décadas del 80 y 90. Sin embargo, en las últimas décadas estos remanentes encontraron aliados peligrosos en los narcotraficantes que continúan elaborando los estupefacientes en nuestra selva. Con ello, lograron financiamiento económico por un lado y por otro, una especie de guardia de seguridad que permite la realización de actividades contra la ley en nuestra selva.
Esta vez fueron cuatro valerosos militares que perdieron la vida en una emboscada terrorista y enlutaron a igual número de familias, junto a la institución armada que tiene que ver impotente cómo asesinos toman represalias contra el Estado peruano. Sin embargo, no debemos bajar los brazos, pues el país necesita salir de la crisis y para ello se requiere por ejemplo tener pacíficos todos los sectores.
El Gobierno tiene que desarticular esas bandas subversivas que hacen daño al país. Males como el terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia en general deben ser desterrados de nuestra sociedad. Solo así podremos superar la crisis y decir que nuestro Perú puede salir adelante.
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