Julio es, para el Perú, más que un mes festivo: es el momento en que nos miramos al espejo de nuestra historia y celebramos la independencia. Pero, en medio del fervor patriótico, también debemos preguntarnos: ¿estamos reconociendo a todos los que construyeron esta patria? En Arequipa, una región orgullosa de su identidad mestiza y criolla, la influencia afrodescendiente ha sido invisibilizada, pese a su peso real en la cultura regional
La presencia afro en Arequipa se remonta al periodo virreinal, cuando hombres y mujeres esclavizados fueron traídos para trabajar en haciendas, talleres y casas coloniales. Su aporte no fue solo físico; también dejaron una huella profunda en la música, la gastronomía, el lenguaje popular y las costumbres de la ciudad blanca.
¿Quién reconoce hoy que muchos platos emblemáticos de la cocina arequipeña, como el chicharrón o el soltero, tienen raíces afroperuanas? ¿Quién admite que ritmos como el festejo y la zamacueca, aunque más identificados con la costa central, también retumbaron en los callejones y picanterías del antiguo Arequipa? Incluso expresiones del habla popular llevan rastros de la sabiduría afrodescendiente, que resistió al olvido.
La narrativa dominante ha exaltado al misti y al mestizaje como símbolos de la identidad arequipeña, pero ha dejado en un rincón oscuro a quienes, desde los márgenes, también tejieron esta historia. Reivindicar la presencia afrodescendiente no es solo un acto de justicia; es un deber con la verdad cultural de nuestra región.
Hoy, artistas, investigadores y colectivos afroperuanos luchan por rescatar esa herencia viva. En escuelas, bibliotecas y escenarios, la memoria afro empieza a reclamar su lugar. Arequipa no puede seguir dándole la espalda a esa parte esencial de su identidad. Es momento de incluir su legado en discursos oficiales, en aulas y en la celebración de lo arequipeño.
En este mes patrio, Arequipa debe atreverse a mirar más allá de los muros de sillar y reconocer que su alma es más diversa de lo que se ha contado. La libertad que celebramos cada 28 de julio también debe ser la libertad de todas las memorias. La afroarequipeñidad existe. Y merece ser contada con orgullo.