Se cumplen 39 años de la visita del papa Juan Pablo II a nuestra ciudad. Aquella vez, los miles de arequipeños que presenciaron la llegada del pontífice a Arequipa no imaginaban que se encontraban ante una persona que después se convertiría en santo, pero que ya desde ese momento demostraba el cariño y la fe en el cambio que puede demostrar la humanidad.
El pontífice estuvo en Arequipa como parte de su primer viaje a nuestro país. En el caso de la Ciudad Blanca, dos hechos marcaron su visita como un hito para la religiosidad arequipeña. En primer lugar se tuvo la beatificación de Sor Ana de los Ángeles que, sin temor a equivocarnos, consideramos que está cada vez más cerca de ser la primera santa arequipeña. Su vida ejemplar y el cumplimiento de todo el proceso regular para su canonización son fundamentales en el camino hacia los altares.
De igual manera, Juan Pablo II estuvo en la explanada, donde ahora se ubica el estadio Monumental de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Ahí, ante la mirada de miles de personas, coronó a la Virgen de Chapi y con ello brindó un nuevo soporte de fe a la feligresía de la Ciudad Blanca.
Aquel viaje, en épocas difíciles del terrorismo, sirvió para que el ahora santo envíe un mensaje de paz a todos. Ese pedido ahora se hace más necesario que nunca, pues vivimos en una sociedad que solo se preocupa en sus propios intereses en lugar de ponerse en el lugar del prójimo.
Por ello, bien vale la pena recordar la visita de Juan Pablo II a nuestra tierra y al resto del país. Su mensaje está cada vez más vigente. Fuera de ser parte o no de la religión católica, las personas necesitan creer más en ellas mismas y a la vez fomentar la cultura del respeto por los derechos de los demás. Estar en un ambiente de paz permitirá que nuestra sociedad siga avanzando hacia el desarrollo.
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