Opinión

Tiempos de amor

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DIARIO VIRAL

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A pocos días de la Navidad, una noticia ha sacudido las bases de la iglesia católica. El papa Francisco aprobó este lunes 18 de diciembre que los sacerdotes católicos puedan administrar bendiciones a las parejas del mismo sexo, así como a las parejas en situación “irregular”, siempre y cuando dichas bendiciones no sean parte de un ritual o liturgia de la Iglesia. Con el título “Confianza suplicante”, señala que los sacerdotes “no deben impedir o prohibir la cercanía de la Iglesia a las personas en cualquier situación en la que puedan buscar la ayuda de Dios a través de una simple bendición”.

Nuestros más fervientes amigos católicos han saltado a la yugular del Papa, criticándolo y hasta cuestionando sus “nuevas orientaciones”. Olvidando el precepto de la obediencia al Vicario de Cristo en la Tierra, incluso se atrevieron a calificar de error esta nueva medida. Nuestros amigos devotos nos dicen: “Su amor es maldito y sus relaciones un pecado mortal, condenado al infierno, si tanto les molesta que no se bendiga su amor y que la iglesia no permita su matrimonio, entonces váyanse de la iglesia, no es obligatorio formar parte de ella. Cuando uno está en ella, acepta todo, sin cuestionar nada”.

Pero yo les respondo: “Si su ignorancia, homofobia y odio hacen que critiquen y cuestionen la autoridad del Papa, que es el representante de Dios en la Tierra, y no están de acuerdo con lo que este ordena, entonces váyanse de la iglesia, no es obligatorio formar parte de ella. Cuando uno está en ella, acepta todo, sin cuestionar nada”. Es increíble y hasta hipócrita que en medio de una de las festividades que celebra el amor de Dios por la humanidad, los propios católicos rechacen el amor que dos personas se puedan tener y, como lo señala el Papa, se nieguen a aceptar que dichas parejas sean bendecidas. ¿A tanto llega su odio que rechazan las propias enseñanzas de ese niño que nació hace 2023 años? ¿Acaso el “ama a tu prójimo como a ti mismo” excluye a otros? O son, como señala la escritura “fariseos hipócritas (..) por fuera se ven santos, pero bajo la apariencia de piedad hay un corazón manchado de hipocresía y pecado”.

Martín Lutero y Enrique VIII al estar en contra de lo que la iglesia católica hacía y ordenaba hacer, se alejaron de ella, renunciaron al catolicismo; tuvieron más valentía que quienes ahora critican al Papa y a la iglesia, pero se quedan en ella, ¿no creen? Déjense de hipocresías, falso amor cristiano y caridad pagada. El amor por los otros es la más grande enseñanza que ese niño que nació, vivió y murió pobre nos ha dejado: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. ¡Feliz Navidad!
 

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