Muchos de nosotros hemos crecido oyendo la famosa frase: “Todo tiempo pasado fue mejor”. Nuestros padre y abuelos nos la repetían cada vez que trastocábamos las sagradas tradiciones y costumbres de la familia o la sociedad: “Antes los jóvenes respetaban a sus mayores”. “Antes si había valores”. “Antes no había homosexuales”. “Antes las mujeres tenían hijos a los 18 años”. “Antes no había corrupción”.
“Antes no había inseguridad”. Nuestros mayores vivían añorando el pasado maravilloso y nosotros, los niños y adolescentes de la época, lamentándonos por un presente y futuro lleno de males y desgracias.
El ser humano es un ser de costumbres y, por supuesto, desearía que todo lo que aprendió y vivió no cambie, que las instituciones sean inmodificables y que se mantenga es statu quo (el orden de las cosas tal como están). Eso, obviamente, es un imposible material. Todo cambia y tiene que cambiar porque el ser humano cambia y debe cambiar. La sociedad y sus instituciones son dinámicas, tal vez los nombres se mantengan, pero sus definiciones, funciones, estructura y relaciones son cambiantes. Una de esas instituciones que está cambiando con mayor velocidad los últimos años es la educación.
Felizmente no tengo hijos y tal vez eso me ayude a ser un poco más imparcial que otras personas; además, como sociólogo tengo la obligación de mostrar la realidad social como es y no como quisiera que sea. Muchos papitos y mamitas buscan el mejor colegio privado para matricular a sus hijos, cuyas clases empiezan este lunes 27 de febrero (claro, para que los dueños de dichos colegios puedan cobrar una pensión, o parte de ella, en febrero).
Ni qué decir de la larga lista de útiles que en el transcurso del año terminan siendo inútiles para los niños. Ya no estudian medio turno, ahora están en el colegio de 8 de la mañana a 3 de la tarde y de ahí directo al club de música, de canto, de fútbol, de karate, de teatro, de danza, etc. La idea es deshacerse el mayor tiempo posible de los hijos, lo cual suena razonable si hablamos de 3 o 4 niños. Sin embargo, los papitos y mamitas se olvidan que sus hijos son niños que tiene que jugar, divertirse, distraerse y no llenar o cumplir los sueños frustrados de sus progenitores. No estamos educando a nuestra niñez, estamos haciendo que quemen una etapa tan linda con muchas responsabilidades, so pretexto de que “deben estar preparados”.
¿Realmente todo tiempo pasado fue mejor? Pues no, todo tiempo pasado fue diferente al presente y el futuro será, también, diferente. Pero, ¿qué futuro nos espera con ciudadanos que de niños fueron excesivamente controlados y que perdieron su autonomía?