Según el INEI 2021, más de 8.5 millones de peruanos, no tiene ingresos suficientes para enfrentar el hambre, la miseria, la salud, la falta de educación; viven en condiciones deprimentes, desplazados, ignorados y sin condiciones adecuadas de trabajo.
Muchas de las protestas son fruto de esa realidad que los diferentes gobiernos no pudieron o no quisieron enfrentar. Por supuesto, que nadie está de acuerdo con la violencia ni con el ataque a la propiedad privada, pero, al sentir que su clamor no es escuchado, la población hace uso de un derecho consagrado en nuestra Constitución.
Estamos cerca de la Navidad. Los que somos cristianos debemos recordar que Jesús nació en Belén de Judá. Su nacimiento es relatado por dos evangelios de la Biblia: Mateo y Lucas; ambos hacen una narración complementaria desde su enfoque. Lucas, lo narra como el niño nacido en una sociedad pobre y sin esperanza: “Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. Mateo lo presenta como el hijo prometido a la humanidad: “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros”.
Hay sectores que intentan direccionar la religión católica para sus fines particulares. Jesús siempre se identificó con los pobres y oprimidos; su palabra invita a ser solidarios, a ponerse en el lugar del otro y hacer con ellos lo que quisieras que hagan contigo: “Venid, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve desnudo y me vistieron, estuve en la cárcel y fueron a verme... les aseguro: Cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos más pobres, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 34-36. 40).
Pareciera que intereses económicos cambiaron la razón de muchos miembros de la clase política y los hace indiferentes a las víctimas, al dolor humano, al sufrimiento de miles de peruanos que exigen cambios, que quieren equidad y respeto a sus derechos.
La población espera que las reformas políticas, sociales y económicas, se traduzcan en decisiones transparentes que respeten sus pedidos y se erradique la corrupción. Pero, nada cambiará, si el control político aprovechando su poder, en medio de la sombra, de la crisis social, intenten aprobar reformas amañadas a sus intereses, firmen convenios y contratos lesivos para el futuro económico del Perú.
La Navidad también es conversión y la solidaridad con los más pobres. Se espera que nuestros gobernantes y congresistas, hagan honor a esta celebración religiosa y muestren su identificación con la vida de la población. Es tiempo que dejen de lado la ambición política y económica. Con represiones ni justificaciones no se puede callar lo que no son capaces de hacer como gobierno.