En los últimos días fuimos testigos de un crimen que estremeció a la población, no solo por la forma tan cruel de ejecutarlo, sino también por las circunstancias que antecedieron a la muerte de una adolescente de 16 años en el distrito de Characato.
Además de la muerte de una joven que apenas comenzaba a vivir, también es dramático saber por ejemplo que estaba embarazada, que el asesino confeso tuvo una cómplice y que hubo una relación previa con su víctima.
Resulta triste también conocer que existían antecedentes de violencia entre asesino y víctima. Mucho más lamentable resulta saber también que el entorno familiar y amical de la joven sabía de estos problemas y no tuvo la reacción necesaria para enfrentarlos. Tal vez, con una mejor respuesta, se hubiera salvado la vida de la menor.
Lamentablemente en nuestra sociedad, los ejemplos de insania abundan. No existe el más mínimo indicio de cambios, pues las cifras de feminicidios no bajan conforme pasan los años.
Por el contrario, pareciera que la tendencia es a tener más actos de ataque contra víctimas inocentes.
Estas muertes enlutan no solo a las familias, sino a la sociedad entera. No puede ser posible que la situación no cambie y nos estemos acostumbrando a la muerte de personas con muchos deseos de vivir.
En ese camino no solo se trata de la muerte de mujeres, la violencia ataca a ambos géneros y por ello la necesidad de fomentar el cambio para impulsar el desarrollo de la sociedad.
Desde la familia podemos intentarlo, no perdamos el diálogo y fomentemos los vínculos con nuestros seres queridos.