No nos equivocamos al sostener que la progresía gana batallas. En estos días se moviliza y sus actos surten efecto. Rosa Bueno de Lercari, presidenta de la Cámara de Comercio de Lima -un sector del empresariado y de una derecha ricachona pero distraída- se ha manifestado sin mayor evaluación en contra de una probable destitución de los miembros de la Junta Nacional de Justicia (JNJ).
Se tiene que “cuidar el equilibrio de poderes”, ha dicho la dirigente de los platudos. Y así se hace parte de esa masa muy bien usada por la izquierda acomodada, regía y de buen diente. Sin entender las potestades del Congreso de la República, la progresía y sus tontos útiles discursean sobre “el equilibrio de poderes en peligro”. Le hacen creer al país que la JNJ es un poder del Estado cuando no lo es. Los poderes del Estado son el Ejecutivo, Congreso y Poder Judicial, independientes y autónomos. La JNJ es un organismo constitucional autónomo y nada más, sometido como el resto de las instituciones nacionales a la Constitución. Sus miembros pueden ser removidos por el Congreso con los dos tercios de sus votos.
Es decir, por una mayoría calificada y no el capricho de una bancada política. La JNJ es creación de Martín Vizcarra. Surgió de un falso proceso anticorrupción apoyado por esa progresía que mama del Estado. Sí, Vizcarra, el que recibió de José Hernández, exministro de Agricultura, coimas en sobres por encargo de una constructora. Culpable además de las 200 000 muertes durante la pandemia.
La posición de la progresía es oportunista. Hizo campaña solapada por Pedro Castillo, haciendo que candidatos de Perú Libre, los “niños” de Acción Popular y senderistas sean elegidos congresistas en la misma proporción que los representantes del centro y la derecha. La actual conformación del Congreso es su responsabilidad. “Mochasueldos”, pegalones por la espalda, profesores desaprobados en evaluaciones magisteriales y otros coludidos con la mafia castillista son el resultado de esa izquierda pretenciosa que pierde espacios ganados en la administración pública desde Valentín Paniagua. Acuñaron el término fujicerronismo y los usan con menosprecio. Pero en verdad alentaron el perulibrismo -cercano al Movadef- para cerrarle el paso a Keiko Fujimori. Actuaron en contra de la voluntad popular.
El pleito agota y tiene para rato. Mientras tanto, estancadas las luchas contra la inseguridad ciudadana, los malos resultados educativos, desempleo y crecimiento de la pobreza.