En las elecciones de segunda vuelta, realizadas en Chile, el domingo 14 de diciembre, se consolidó el triunfo de José Antonio Kast, abogado y político chileno de ascendencia alemana, líder del Partido Republicano. ¿Por qué escribo algunas líneas sobre este político de ultraderecha? Una sola razón me basta. Las expresiones, actitudes y comportamiento que manifestó al actual presidente Boric y su adversaria Jeanette Jara, sin jactancia ni altanería. Él será presidente de Chile en 2026.
Se trata de una manifestación de respeto a la institucionalidad. Primero Gabriel Boric, Font, actual presidente, lo llama para saludar su triunfo en tono amical, alturado y cordial; similar acción demostró su opositara, para expresarle sus felicitaciones. Además de palabras y actitudes, lo esencial de Chile, es que cualquiera sea la ideología y los modelos gubernativos, que apliquen los gobernantes ingresantes, los avances de beneficio colectivo, logrados por el equipo saliente, continúan.
Este respeto a la institucionalidad es lo que falta en nuestro país. Habitualmente, ante los resultados de las elecciones, los perdedores, no pueden ocultar su contrariedad y gritan, hacen berrinche, afirman que hubo fraude y mil excusas más, pese a que los porcentajes de representatividad, pudiendo ser legales, son ilegítimos, es decir, ínfimo respaldo electoral, nada comparado con los resultados de las elecciones chilenas 58.16 % para el ganador y 41.8 % para su contendora.
En Perú, se inscriben 37 candidatos, una avalancha de perseguidores del poder y de la riqueza; participan con inocultables odios en las elecciones primarias y los resultados, son - como lo comprobamos con Acción Popular – desastrosos, quedándose con pena y sin gloria, sus militantes: Maricarmen Alva, Edwin Martínez y otros; amén de la frustración de uno de sus personajes más representativos, don Víctor Andrés García Belaunde.
En Perú, los congresistas con indicios de corrupción, investigados por la Fiscalía, son reactivos; utilizan la represalia, para quienes los investigan, demostrando mediocridad, sesgo político y conflicto de intereses. En Perú, el financiamiento para los partidos, es manejado por sus dirigentes y, desde el Congreso, hacen despilfarro y se llevan más de 78 millones de soles del Estado. En conclusión, los políticos en Perú, han destruido la imagen política que defendieron ilustres pensadores.
A los ciudadanos nos toca aprender muy bien la lección, si no lo hacemos ¿cómo derribar entonces, la corrupción y fortalecer la democracia, hoy erosionada por desmedida ambición?