“La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de la raza, el credo, la religión, el sexo, la clase, o cualquier otra característica social que nos distinga”, según Nelson Mandela.
Las protestas y manifestaciones que hace más de un mes no cesan en nuestro país, son la expresión más clara de lo alejados que estamos de lograr una reconciliación nacional y vivir en paz como sociedad, no obstante; es posible anhelarla.
La única forma de avanzar es trabajando en unidad y no como hasta ahora, peleando entre nosotros, no es posible continuar sin diálogo, sin llegar a consensos y acuerdos que terminen en compromisos de parte del Estado (alcaldes, gobernadores, presidente) para atender las demandas de las comunidades rurales e indígenas, que hoy reclaman y han desatado esta ola de violencia alentados por dirigentes y lideres, expertos en la generación del caos y destrucción, pero incapaces en la resolución de problemas y elaboración de propuestas.
La historia de los conflictos sociales nos revela que, de este desorden y desconcierto, los únicos beneficiados son los falsos dirigentes que se perpetúan en sus cargos para atender sus necesidades y no la de quienes dicen representar.
En un escenario de crisis como el que vivimos hace varios años, lo más fácil es gritar, romper y destruir, lo más difícil es proponer y construir, así como en las regiones están los que marchan, también están los que no gritan, pero esta vez han salido a agitar sus banderas de paz, “4 gatos” y “pagados” les han dicho, lo real; es que también son ciudadanos que piden que sus derechos al trabajo, a la tranquilidad social y tránsito se respeten, es una demanda legítima.
La estabilidad es la única forma de atender a quienes gritan y a quienes agitan banderas de paz, también están quienes defienden la economía de sus regiones, por ejemplo; los cajamarquinos que se alistan para celebrar su carnaval en febrero, no están dispuestos a afectar el turismo, esta vez; prefieren mantenerse distantes del conflicto y evitar ser recordados, por ser la cuna de un líder que los deshonra.
Los gobernadores y alcaldes deben promover el desarrollo de sus ciudades y regiones, sin poses políticas que secundan movimientos que nos están destruyendo como país.