Dina Boluarte ya no solo lidera Perú: lidera el ranking de las presidencias más rechazadas del mundo. Con el 93 % de desaprobación, según Ipsos, la presidenta consolidó una marca difícil de igualar. Desde septiembre de 2024 no baja del 90 % y, en lugar de corregir el rumbo, parece vivir de espaldas a la realidad. La distancia entre Palacio y la ciudadanía nunca fue tan grande, ni tan peligrosa.
El principal motivo de ese rechazo es la inseguridad. Calles tomadas por extorsionadores, provincias dominadas por el sicariato, y una población que lleva más de medio año clamando por respuestas. ¿Qué ha ofrecido el gobierno? Estados de emergencia que no cambian nada y una actitud cada vez más hermética. La presidenta ha optado por el silencio, evitando a la prensa, y delegando en ministros sin peso político. El país arde y ella no habla.
Pero no es solo la violencia. También pesan en su caída el intento de subirse el sueldo, el silencio frente a la masacre de mineros en Pataz, y el abandono a regiones enteras sin agua ni seguridad.
Medios internacionales ya la califican como “la presidenta más impopular del planeta”. ¿Y cómo responde el Ejecutivo? Con tecnocracia fría, sin empatía, sin calle, sin liderazgo. En un país con hambre de soluciones, ella parece hambrienta de cálculo político.
La legitimidad no se mide solo por votos, también por resultados. Y la presidenta Boluarte, hoy, no representa a nadie más allá de un grupo reducido de poder. La encuesta de Ipsos no es solo una cifra: es una alerta. Un gobierno no puede durar ignorando al 90% del país. Si la mandataria no rectifica ni escucha, su legado será el del rechazo. Y su presidencia, un triste capítulo de desconexión total con el Perú.
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