Cuenta la historia que había un niño y una niña que soñaban con una escuela diferente, construida a la luz de la luna, esta era una escuela con una oreja grande para oírte mejor, con manos grandes y suaves para acariciar y abrazarte mejor, una nariz grande y atenta para abrazar el perfume de la infancia.
Una boca grande y tierna para hablarte y besarte mejor, unos ojos grandes y amorosos para mírarte y admirarte mejor, y esta escuela en la luna no solo tenía estos cinco sentidos, al igual que los siete colores del arco iris, los siete enanitos y las siete magias que construyen los reinos, tenía siete sentidos.
El sexto, el sentido común por encima de las teorías, propuestas o modas y el séptimo el sentido del humor. Esta historia contada por Mar Romera nos invita a una profunda reflexión de lo urgente y necesario para una nueva educación.
Ella nos invita a educar con tres “C” capacidad, competencia y corazón no solo de los estudiantes también de los docentes, de la comunidad y de cada persona, solo así se puede construir una nueva educación.
La nueva escuela viva del siglo XXI, aquella que se ocupa del SER más que del saber y aprende con los niños y las niñas de la mano, sabiendo lo que son y sienten, una nueva escuela centrada en la mirada y el amor hacia cada niño y niña, donde el punto de partida eres tú, desde donde estés en casa, la escuela o el Estado.
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