El trágico final a su vida, Francisco Bolognesi prefirió junto con sus oficiales y tropa morir antes que rendirse, en la batalla de Arica (7 de junio de 1880), deja un soberbio mensaje a los peruanos, especialmente a los políticos de hoy, que más allá del deber está el honor, dignidad y defensa del suelo patrio.
Ante tanta corrupción de los funcionarios públicos, desde expresidentes de la república, hasta conserjes; desde algunos jueces y fiscales hasta secretarios de juzgado y fiscales provinciales, me permito traer a la memoria la gesta heroica del coronel Francisco Bolognesi, que ayer se recordó un aniversario de su nacimiento (4 de noviembre de 1816).
Para los estudiosos militares la actitud de Bolognesi es altamente magnánimo, de gran grandeza espiritual, de una nobleza y amor patrio sin igual, solamente comparable con notables militares que la historia nos recuerda, como el caso del rey Leonidas I de Esparta (batalla de las Termópilas) cuyo ejército se enfrentó al enemigo superior en armas y número, sabiendo que el final será la muerte.
En la guerra, los soldados toman decisiones de vida y muerte. La magnitud de tales decisiones absolutas es casi más allá de la comprensión. Bolognesi disponía apenas de poco más o menos de 1500 hombres, mal pertrechados y con escasas municiones; sin embargo, aceptó la misión y demostrando una actividad y un entusiasmo extraordinarios, procedió a levantar fortificaciones en Arica.
Al llegar a Arica la noticia de la derrota del ejército aliado peruano-boliviano en la batalla del Alto del Alianza (librada el 26 de mayo en Tacna), Bolognesi convocó a una junta de sus jefes, a la que asistieron 27 de ellos. El acuerdo unánime que se tomó fue el de morir antes que rendirse y de agilizar los trabajos de fortificación de la plaza. Hubo solo una voz discordante, la del coronel Agustín Belaúnde, comandante del batallón Cazadores de Piérola, el cual se mostró a favor de la capitulación. Se dice que poco después, Belaunde fugó hacia Tacna.
Es necesario recordar que nuestro héroe nacional recibió una sólida educación moral de sus padres, especialmente de su madre Juana Cervantes. Bolognesi a los ocho años de edad se trasladó con toda su familia a Arequipa, ingresando al Seminario Conciliar de San Jerónimo en 1825.
A raíz de la muerte de su padre, dejó el seminario y pasó a trabajar como ayudante en la compañía comercial de los señores Lebris y Violler. A los 19 años de edad ya era tenedor de libros (contador).
En 1840 consiguió capitales y emprendió un negocio propio, relacionado con la explotación de coca y cascarilla en Carabaya, Puno. Poco despues se enroló al ejército, acompañando a Ramón Castilla, donde desarrolló destacada labor.
El mensaje final de este comentario es que debemos valorar la gesta de Bolognesi y que antes que la vida y las cosas materiales está el honor y dignidad, que no lo tienen la mayoría de los politicos peruanos.