“El hipócrita, suele tener cómplices, pero no tiene amigos: la hipocresía no ata por el corazón, sino por el interés. Los hipócritas forzosamente utilitarios y oportunistas, están siempre dispuestos a traicionar sus principios en homenaje a un beneficio inmediato”
José Ingenieros
Hace dos días, un colega me preguntó, con tono irónico ¿qué te parece lo que hacen los “padres de la patria”? Mi respuesta originó larga conversación. Le comenté que la expresión latina ”Pater Patriae” –padre de la patria- se remonta a tiempos antiguos, antes de Cristo, cuando el senado romano confería títulos honoríficos a sus personajes ilustres. En la edad contemporánea, se continúa usando esta expresión.
Por la fuerza de imitación y costumbre, esta frase pudo llegar hasta los parlamentos de países latinoamericanos; siendo así, resulta ilegítimo, por decir lo menos, nombrar a los parlamentarios peruanos: “padres de la patria”. Apreciados lectores, permítanme la licencia de preguntar: ¿Qué de ilustre y honorífico tienen los parlamentarios actuales para nombrarlos con tan excelsa frase?. Y, peor aún, cuando en estos tiempos se investiga en el Parlamento, actos de proxenetismo. Toda esta carga negativa, desprestigia a los miembros de ese poder del Estado, amén de su bajísima aprobación ciudadana.
Según datos históricos, hubo, en otras épocas, personajes políticos, cuya elocuencia, les fue inculcada a sus militantes, aunque no todos resultaron buenos alumnos. Es verdad que nadie podría minimizar la calidad retórica de políticos peruanos famosos que, otrora, dejaron escuela de brillante oratoria y deliberación parlamentaria. Ellos, intentaban demostrar que su prédica y acción, eran coherentes y, pese a defender principios ideológicos contrarios, se ganaban la admiración de sus seguidores y el respeto de sus opositores; claro, aquellos fueron los días, cuando se hacía docencia y decencia política.
Sin la pretensión de ser irreverente con los parlamentarios actuales, percibo -como la mayoría de peruanos- que el manejo político, en dos poderes del Estado (Ejecutivo y Legislativo) se ha transformado en un espectáculo, donde los protagonistas muestran actitudes histriónicas; sonríen entre ellos, hacen espíritu de cuerpo, cuando les conviene; la hipocresía, en ocasiones, se desparrama por todo lado.
Empero, la mayoría de ellos, dicen y hacen todo lo que pueden, en este año preelectoral, para no correr el riesgo de perder vigencia, porque su inacción, sepultaría sus ansias de seguir en el fructífero negocio; nivel tan decepcionante al que ha sido degradado el significado de política. No hay duda que existe un descrédito en la denominada democracia representativa que, ojalá, más adelante, se pueda revertir.
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