Este martes nuestra Arequipa está celebrando sus 483 años de fundación española y lo hace con diversas actividades organizadas por sus autoridades. Hay corsos, pasacalles, festivales de música, poesía, gastronomía, conciertos, serenatas, absolutamente de todo, incluso un ascenso al volcán Misti.
Y seguramente usted o yo participaremos de alguna actividad o ya lo hicimos, sin embargo la pregunta es, ¿tenemos algo que celebrar? Porque si uno regresa después de muchos años a Arequipa, solo verá un crecimiento desordenado de las viviendas y el aumento del número de vehículos.
Es duro, pero es real, trato de hacer memoria para recordar alguna obra de envergadura durante los últimos 10 años y la verdad que no recuerdo ninguna, tal vez por allí algún baipás.
Pero no más. Realmente Arequipa se ha estancado, tenemos hospitales paralizados, colegios a medio construir, pistas llenas de huecos. El puente Chilina que no ha sido concluido, la autopista Arequipa-La Joya que sigue sin ser culminada; entre otras obras.
El caos que vivimos diariamente en el transporte tampoco puede ser resuelto, nuestras áreas verdes ya son solo tierra. Nuestra campiña depredada, con problemas por la falta de agua ante la inminente sequía que se nos viene por el fenómeno El Niño.
Y puedo seguir enumerando problemas, el tema de la delincuencia que sigue creciendo, la prostitución extranjera que es de todos los días ahora por inmediaciones del terminal terrestre.
Sin embargo, creo que si tenemos motivos para sentirnos orgullos de ser arequipeños, y no me refiero solo a quienes nacimos en Arequipa, sino a quienes vivimos aquí y sacamos esta ciudad adelante. Porque Arequipa no solo es su belleza arquitectónica, su gastronomía, su literatura, historia, arte, deporte, etc.; Arequipa también es su gente.
Y hoy por hoy son miles los pequeños negocios que buscan salir adelante empujados por sus emprendedores, las amas de casa que hacen verdaderos milagros para que el dinero alcance, los jóvenes que se esmeran día a día, los buenos profesionales que cumplen con su trabajo a cabalidad.
Si todos, sin distinción de color, clase social o apellido, desde quien trabaja la tierra hasta quien produce tecnología, todos absolutamente tenemos derecho a sentirnos orgullosos de esta hermosa y santa tierra, pese a sus innumerables problemas. Que viva Arequipa y su gente.
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