El cómo elegimos a nuestras autoridades, entre quiénes las elegimos y cómo están diseñadas y concebidas nuestras instituciones gubernamentales, constituyen el tema central de la vida democrática del país. Una tarea que merece sustantivos cambios si pretendemos un Perú del primer mundo.
Reconozcamos que es un tema que amenaza lapidar a quien lo expone. Pero su trascendencia es tan importante, que soslayarlo es un pecado de omisión. Comencemos por la Constitución Política de 1993. Algunos de sus capítulos son positivos, como las restricciones al Estado para hacerla de empresario, considerando los nefastos antecedentes en el tema. Pero presenta limitaciones en temas vitales para el desarrollo integral del país, como en educación, salud y en la prestación de servicios básicos. Y brinda liberalidades a la delincuencia, propiciando que seamos una sociedad anárquica, violenta y temerosa.
Y cuando la Constitución dispone que democracia es permitir que el ciudadano que cumple 25 años ya tiene licencia para ser congresista y con 10 años más, para ser presidente, comete el grave error de idealizar los niveles intelectuales y calidades humanas y éticas de todos los peruanos. Yo respeto a todos los compatriotas, por igual. Pero al momento de legislar sobre arquitectura no toco la puerta de sastres o médicos. Y eso va para candidatos y electores.
Recordemos que en las últimas elecciones, el partido Perú Libre, liderado por Pedro Castillo, obtuvo 37 congresistas. Hoy, solo tiene 11. ¿Con qué derecho dejaron huérfano a Perú Libre, esos 26 desertores? ¿Y sus 2 724 752 votantes?
El expresidente Toledo acaba de ser condenado a 20 años y 6 meses de prisión, por graves delitos a la Nación. Y todo apunta que este año podríamos tener a otros 4 expresidentes igualmente condenados. Y no menciono a la vigente presidenta, que ya acumula 4 carpetas fiscales. Desde el 2020, los presidentes permanecen en sus cargos un promedio de 811 días, cuando deberían estar 1825 días.
Pruebas de que la forma cómo se concibió la democracia en la Constitución de 1993 responde a idealismos que dañan las entrañas del país.