Opinión

Los gobernantes peruanos, ¿Viven en santidad?

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Desde que tengo memoria, no recuerdo a ningún gobernante peruano pedir perdón por sus delitos cometidos. Consecuentemente, o todos viven en santidad o son una banda de granujas cobardes que no tienen ni la valentía de reconocer sus culpas, aunque estén en los tribunales, acusados de graves delitos de función.

Antes de referirme a nuestros últimos gobernantes, permítanme retrotraerme 75 años para demostrar que esta desgracia pareciera haber nacido con la república.

Manuel Odría derrocó al presidente José Luis Bustamante y Rivero el 1 de noviembre de 1948. Horas después le preguntaron por qué lo hizo. Su respuesta fue propia de quien vive en santidad: “para salvar al pueblo”. Terminado su gobierno de 8 años, sabía que cometió infinidad de delitos, pero jamás los aceptaría ante el pueblo. Así que días antes de entregar el mando a su sucesor Manuel Prado Ugarteche, lo persuadió para firmar un documento secreto, denominado “Pacto de Monterrico”, por el cual se le aseguraba que Prado nunca permitiría que la justicia lo investigue y menos, condene. Y así fue.

Alberto Fujimori gobernó 10 años y permaneció 16 en prisión. Pero nunca dejó su estribillo de, “soy inocente”. Alejandro Toledo gobernó un lustro y desde el 21 de octubre cumple condena de 20 años y 6 meses por colusión y lavado de activos. Y aún tiene otros juicios pendientes. Pero a sus 79 años aún no aprendió a reconocer sus delitos.

Otro expresidente, Ollanta Humala, sigue pregonando inocencia desde su cárcel dorada, donde cumple condena de 15 años. Pedro Pablo Kuczynski, próximo a cumplir 87 años, sigue esperando una posible condena en soledad familiar, pero mostrando su aureola.

En los últimos días otro expresidente, Martín Vizcarra, no sólo pregona inocencia, también proclama ser un mártir político. Cómo no mencionar a Pedro Castillo, capaz de inventar decenas de fábulas para justificar su autogolpe de estado. Nuestra presidenta actual ha sumado en sus 30 meses de gobierno, 34 carpetas fiscales, por diversas denuncias. Difícil imaginar lo que le esperaría al dejar palacio, pero ella se proclama víctima inocente.

Pero seamos consecuentes con la historia. Arequipa, por ejemplo, ha tenido congresistas que son un ejemplo de integridad humana. Uno de ellos, el senador Santiago Felipe Rosas (1950-1956). En el baúl de la abuela, un día cualquiera encontré un cheque que le giró a inicios de los años 50, la International Petroleum Company, buscando su apoyo para evitar alguna ley que los obligue a pagarle a Perú, la explotación del petróleo que hacían desde 1914 en los pozos de la Breña y Pariñas. La cerecita del pastel estaba en la autorización concedida al senador arequipeño, para que él coloque la cantidad de la coima que quisiera. Rosas guardó el cheque que nunca cobró, como testimonio de los corruptos y los patriotas.

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