Pocos hemos reparado que hemos transcurrido el bicentenario de nuestra independencia sin pena ni gloria. Doscientos años después de haber sellado nuestra libertad del yugo español, el Perú ha sido uno de los pocos países en que su bicentenario ha pasado desapercibido. No ha habido ceremonias estelares y tampoco eventos de recordación. Solo escándalos, eventos vergonzosos protagonizados por quienes son parte de nuestra democracia representativa. El Perú ingresa a su tercer siglo de vida republica con un elenco político, en el gobierno y en el Congreso, que la ciudadanía se ha atrevido a llamar delincuencial.
¿Por qué se atreve a tanto la ciudadanía? ¿Por qué una ilustre historiadora como Carmen McEvoy señala que quienes nos gobiernan solo piensan en robar? Los hechos demuestran o corroboran penosamente lo que la sabiduría ciudadana y de una intelectual plantean. A la luz de lo ocurrido en los últimos 8 años, todo parece indicar que estamos en manos de un elenco delincuencial.
Una de las características del mundo de la ilegalidad es el cinismo. Actuar con desfachatez, pensando seguramente, en que pueden actuar impunemente, pues nada le va pasar. Si observamos a la presidenta Dina Boluarte, a sus ministros (en especial los de Educación, Quero, y del Interior, Santivañez) su espantosa mediocridad es premiada con el respaldo presidencial y de los parlamentarios. Ocurre eso porque hay complicidad. Y hay complicidad porque deben estar ocurriendo una serie de beneficios que tarde o temprano saldrán a la luz. El apoyo de los parlamentarios, sobre todo los de origen castrense, a Juan José Santivañez pareciera que no es gratuito. Algún intercambio de favores debe haber allí. Lo mismo sucede con Morgan Quero o Julio Demartini. No tengan duda. Algún día se sabrá el porqué del respaldo.
En más de una oportunidad he señalado que el próximo gobierno será de oposición y sobre todo de reconstrucción. Para ello hay que realizar una tarea inmediata, imprescindible. Identificar y no olvidar a los partidos políticos protagonistas de esta jornada vergonzosa y también a sus representantes, sean ministros, congresistas o gobernadores y alcaldes. Y entender con claridad que si realmente queremos a nuestro país pues no hay que olvidarlos para que en el momento supremo de la votación no se cometa el tremendo error de volver a votar por ellos.