Opinión

La progresía va ganando batallas

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DIARIO VIRAL

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Mi sobrino Caleb, de 5 años, asiste a colegio cristiano. En casa inicia las conversaciones diciendo “chicas y chicos”, la misma expresión también escuchada en iglesias conservadoras, una muestra de cómo el progresismo avanza en la destrucción de la cultura y espiritualidad. ¿Exageramos?


Durante la caída del expresidente Manuel Merino, orquestada por Julio Guzmán, la gran prensa nacional, izquierdismo y ciertos ejecutivos de sociedades privadas asociados a gremios empresariales atizaban el quiebre institucional; estos se rasgaban las vestiduras por una democracia e institucionalidad que les importa un bledo porque sus empresas son mercantilistas. Les da igual un gobierno de Fujimori, García, Vizcarra o Castillo. Siempre vinculados al poder de turno para obtener ventajas y privilegios. Es la supuesta derecha boba de blancos, mestizos y cholos bien acomodados, sin conciencia política y social, cautivados por “narrativas progres”: medio ambiente, género, inclusión y fe.


La guerra cultural y espiritual es real. Intereses políticos atacan a la sociedad. Planean establecer estados socialistas contrarios a las libertades humanas, políticas y económicas. En Estados Unidos, desde Bill Clinton -con Hilary a su lado- el pensamiento gringo cambia. Determinante la influencia de emigrantes. Los que fueron a buscar el sueño americano les destruyen esa posibilidad a sus hijos. También bobos.  


Los partidos políticos distintos al socialismo son atacados para destruirlos. Cualquiera hoy se proclama “político”, siendo en verdad oportunista, ignorante e inescrupuloso. Víctor Raúl Haya de la Torre -tal vez siguiendo el ejemplo de Domingo Sarmiento de Argentina, después de la independencia- instauró universidades populares para enseñarle al pueblo ética, filosofía, política y economía; es decir, educar al pueblo. Hoy los partidos traman obras con contratistas allegados, buscan aliados en las fuerzas armadas y policiales, no forman ideológicamente a sus cuadros políticos y abandonan la preparación ética de su militancia.


La clase empresarial -de todo pelaje y ancestro– aliada y tonta útil del progresismo no sabe adónde va. No es lo mismo ser conservador y de derecha, como tampoco ser de izquierda y hambriento de justicia. Las élites educadas se repliegan. Huyen de la vida pública. No quieren ser manchadas. No obstante, una derecha popular -de mercadillos y emporios comerciales- da batalla. Expulsó de sus dominios a “ronderos” que pretendieron imponerse a latigazos. Valientes.


Escucho a Pablo Milanés y aprecio su valor artístico sin perder mi posición política. Por el contrario, banderas socialistas son agitadas desde salones VIP, gourmet y la neoyorquina quinta avenida. Y así, gana batallas la progresía, en esencia frívola y descorazonada.

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