En tiempos actuales de globalización casi total y de inteligencia artificial, aplica una antigua expresión del actor norteamericano Groucho Marx. “ La política, es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y, aplicar después, los remedios equivocados”
Podría considerarse una opinión muy original que no requiere mayor discusión, está más clara que el agua de una vertiente natural. ¿Acaso, no proceden así, los políticos aficionados?. Luego de conocer superficialmente el problema, hacen un diagnóstico subjetivo y, al resultar falso y equivocado, equivocadas serán también, las estrategias para la supuesta solución.
En eso consiste la política de los improvisados, quienes impulsados, más por la astucia que por los conocimientos, sostienen que “el fin justifica los medios”, en este caso, por conseguir su objetivo, o sea, recuperar y superar lo invertido, mientras les dure su paso por esta aventura que, seguramente, les ha dado más de lo que suponían o calculaban. Solo ello les interesa; mientras tanto la ciudadanía sigue esperando la llegada mesiánica y milagrosa de un nuevo equipo de políticos, a partir de las elecciones del siguiente año.
Aunque parezca quijotesco y, hasta utópico, mi punto de vista, considero que la política debería ser una profesión. Ello conlleva hacer una carrera universitaria que incluya, en el programa de estudios: sociología, antropología, estadística, psicología, legislación general, derecho penal básico, economía, axiología política, ética. Si fuese así, quizá la corrupción no sería considerada como una característica cuasi normal del político, sino el padecimiento de una patología, capaz de ser tratada.
Al revisar epígrafes de famosos políticos y escritores universales, encontré uno de quien fue estadista y presidente de Francia, Charles André Joseph Marie de Gaulle: “ He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. Charles de Gaulle, llegó a esta conclusión ya en el siglo pasado.
La clase política del presente siglo, pertenece a una escuela deformada, creada por intereses individuales y grupales, con los mismos objetivos, la misma improvisación, la misma corrupción, solo en diferentes presentaciones, matices, formas, estilos y colores. Nada cambia para mejorar. Por esta razón, se llega a extremos que destruyen la institucionalidad, que interfieren en la autonomía de los poderes, unos en contra de otros.
En los poderes Ejecutivo y el Legislativo, va apareciendo, cada vez con mayor nitidez, el color naranja; todo fusionado con el ruido de la plata que llega “como cancha”; amén de la felonía de Perú libre a sus seguidores, porque debió ser consecuente con sus principios ideológicos. ¿Será porque su líder Bladimir Cerrón, originó esta unión de pareceres, mezclándose el agua con el aceite ? Parece absurdo que APP, FP y otros, como si fuesen protagonistas del antiguo cuento de Costelano: ¿Hoy se den la mano para servirse mejor?
Cuando se cierre el telón, todo será como el epílogo de una historia fatal, pero siempre habrá políticos con reprimidas ansias de poder; por, ahora y, hasta el 2026, El show debe continuar.