Se realizó la audiencia para evaluar el pedido de levantar la prisión preventiva para Nicanor Boluarte, Mateo Castañeda y otros involucrados en el caso los “Waykis en la sombra”. Uno de los hechos que más llamó la atención fueron las palabras dadas por los acusados, quienes al borde de las lágrimas, pedían que la justicia no se ensañe con ellos debido a que tienen carga familiar.
Lamentablemente recurrieron a una práctica muy arraigada en diversos conflictos. Recurrir a la victimización y a la emotividad ante la justicia que no siempre ha sido la mejor de las estrategias, pues se requiere más que ello para demostrar la inocencia de una persona.
Analizando en frío, los indicios presentados hasta el momento por la investigación fiscal y aquellos aparecidos en diversos reportajes de los medios de comunicación apuntan a que existió una organización criminal enquistada en el aparato estatal para obtener diversos beneficios a cambio de favores otorgados a través de licitaciones y otros. Este grupo delictivo habría estado liderado por el hermano de la presidenta. También las pesquisas apuntan a que habría más involucrados, de los cuales todavía no han sacado a la luz sus irregularidades.
Frente a las pruebas poco o nada vale dirigirse con voz quebrada ante los tribunales. Más bien se podría decir a los involucrados que pudieron pensar mejor en sus familias antes de cometer los actos por los cuales son investigados. Lamentablemente el grupo familiar es el primer afectado cuando una persona cae en prisión y debe afrontar las consecuencias de sus errores que cometemos los seres humanos en el afán de obtener beneficios ilícitos.
Queda esperar qué dirá la justicia al final de la investigación. Sin embargo, los cuestionamientos nos hacen suponer que el destino será estar entre cuatro paredes en un recinto penitenciario.