Todos tenemos historias que contar, una que habla de amor, de soledad, de alegrías, de tristezas, de dolor o de gratitud, esa historia que nos deja sin aliento, que nos lleva a la risa o al llanto, esa historia que nos traslada a nuestra niñez.
Historias que nacen de nuestras anécdotas personales, aquellas que buscamos en nuestra memoria al buscar un aroma especial, ese olor de nuestra infancia, este olor que nos vincula con personas, con espacios, con lugares, con viajes en el tiempo y momentos.
Esas historias que nos llevan a volver a vivir ese recuerdo que nosotros podemos curar tocando y cantando con el recuerdo y al compartir traspasa la memoria y el tiempo.
Hoy te invito a recordar esas historias que emocionan y contarlas para darle un nuevo significado y enamorar a quienes nos escuchan, nuestros hijos por ejemplo cuando les contamos los juegos, caminos y comidas de nuestra niñez, cuando los llevamos a épocas diferentes y viven por unos instantes aquello que un día vivimos.
Contar una historia con el corazón, sin querer aleccionar, adoctrinar y sin objetivos ocultos, contar por el hecho de compartir desde el corazón y con el corazón.
Dice Antonio Machado: “Se miente más de la cuenta por falta de fantasías, también la verdad se inventa” para qué inventar si hoy podemos contar y cantar lo vivido, lo pasado y recibir con alegría y gratitud aquello que vendrá.