Hace apenas veinte días, una noticia sacudió al mundo científico. Desde Dallas, Estados Unidos, se anunció el nacimiento de tres crías de lobo gigante, una especie extinguida hace más de diez mil años.
La revelación activó recuerdos colectivos: Jurassic Park, el cine de los noventa, los temores del futuro.
Los cachorros fueron bautizados como Rómulo, Remo y Khaleesi. La elección de nombres no fue casual. Vinculó el hallazgo con el imaginario de Juego de Tronos y, con ello, reavivó un debate de fondo.
¿Está la ciencia desdibujando las fronteras de la ficción?
El concepto es tan seductor como inquietante: desextinción.
El intento de devolver la vida a especies que ya no existen.
Para lograrlo, se combinan técnicas de clonación, edición genética y reproducción asistida.
No se trata de resucitar cadáveres. Lo que se busca es reconstruir perfiles genéticos a partir de material antiguo y material vivo.
Colossal Biosciences, empresa valorada en diez mil millones de dólares, ha dado el primer paso.
Hoy, sus tres lobos viven en una instalación privada en el norte del país.
Todo empezó con un diente hallado en Ohio y un cráneo descubierto en Idaho.
Material genético de hace 13.000 y 72.000 años, respectivamente.
Con la técnica CRISPR, los científicos introdujeron mutaciones del lobo gigante en quince genes del lobo gris.
El ADN editado fue transferido a óvulos vacíos de perro.
Tras múltiples intentos, solo cuatro embarazos llegaron a término. Uno de los cachorros murió al nacer.
El experimento ha abierto una caja de Pandora.
¿Tiene sentido invertir millones en traer de vuelta a un lobo extinto mientras miles de especies actuales desaparecen cada año?
¿Qué papel jugarán estas tecnologías en el futuro de la biodiversidad y de la evolución humana?
La posibilidad de resucitar especies fascina.
Nos remite a la idea de lo sagrado, lo imposible, lo literario.
Frankenstein dejó de ser ficción para convertirse en advertencia.
Porque la pregunta clave no es si podemos hacerlo, sino si debemos hacerlo.
El verdadero riesgo empieza cuando estos animales modificados se introducen en entornos naturales.
Pero el dilema mayor aún está por venir.
¿Qué ocurriría si se intentara usar ADN de neandertales en seres humanos?
El debate ya no es solo científico. Es ético, filosófico y político.
Y exige, desde ahora, una reflexión seria y sin demora.