En pocas horas el niño Jesús nacerá para traer luz al mundo. Es así que lo recibiremos con mucho o con poco en lo material, pero con la alegría y la esperanza en el corazón.
Durante este 24 de diciembre mucha gente saldrá a las calles a realizar las compras de última hora. Sea para los regalos, sea para la cena navideña, sea para algún adorno en la casa, el hecho es que las calles lucirán abarrotadas en contraste con muchos hogares que estarán vacíos a pesar de tener varios integrantes, pues el amor y la felicidad de compartir no estarán presentes ante el alto consumismo y la frialdad de lo material.
Estamos a tiempo de cambiar esta realidad. De nosotros depende valorar la importancia de los gestos y los momentos al lado de nuestras familias. No se trata de entregar un regalo material, se trata del abrazo y el agradecimiento que queda en el corazón de cada uno. No se trata de cuántos más adornos se tenga en el hogar, sino de cuánto amor se expresa en cada integrante de la familia. No se trata de cuánta comida haya en la mesa de la cena, sino en el valor de que cada integrante cuente con algún alimento para llevarse a la boca y que pase un lindo momento con los suyos.
Por ello busquemos un momento para reflexionar sobre la importancia de estos pasajes de la vida en familia. De nosotros depende hacer que la Navidad sea más humana en lugar de más comercial. La premisa es que nuestras familias y nuestros amigos puedan disfrutar con nosotros y pasar momentos de alegría.
Salimos de tres años de pandemia en los cuales se perdió mucho. Sobre todo se trató de seres queridos que partieron y con quienes no volveremos a pasar un momento de Navidad. Por ellos y por todo hagamos que las fiestas sean más humanas y así el niño Jesús nazca en cada uno de nuestros corazones. Feliz Navidad.
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