Se cumplen 21 años de una de las mayores tragedias ocurridas en la historia reciente de nuestro país. Un incendio provocado por la negligencia de un vendedor de pirotécnicos desencadenó un escenario infernal el 29 de diciembre del 2001.
Recordamos esta situación a raíz de los festejos de Año Nuevo que están a la vuelta de la esquina y que no deben hacernos olvidar lo peligroso de manejar artefactos pirotécnicos dañinos para el ser humano. Aquella vez nunca se pudo determinar un número exacto de fallecidos por la tragedia. De manera preliminar se tuvo a 277 muertos, pero después fueron apareciendo restos irreconocibles por las altas temperaturas y nunca aparecieron familiares reclamando por los mismos. Por ello se estima que la cantidad de víctimas mortales fue mayor.
Aquel lejano 2001 esta tragedia despertó la conciencia de la ciudadanía en el uso de artefactos pirotécnicos. Las fiestas fueron silenciosas sin la bulla de anteriores años. Lamentablemente conforme avanzó el tiempo, esta tragedia fue quedando de lado y en la actualidad podemos ver cómo las bombardas, cohetecillos chinos, rata blanca, entre otros, suenan por doquier afectando a la población más vulnerable.
En estas fiestas tengamos en cuenta estos hechos y de esta forma nos mediremos antes de lanzar pirotécnicos a diestra y siniestra. Recordemos a las familias de quienes salieron aquella noche del 29 de diciembre del 2001 a realizar las compras por las fiestas sin saber que nunca más volverían al hogar. También tengamos en cuenta a los seres más indefensos como los animales que se ven alterados ante las fuertes explosiones. Por ello hagamos que estas fiestas no sean explosivas y, por el contrario, se conviertan en un momento dulce para compartir en familia.