La advertencia de Jorge Zapata Ríos no es menor: la dispersión del voto en las Elecciones Generales 2026 podría ser el mayor obstáculo para la estabilidad política del país. Con más de cuarenta partidos en carrera y otros tantos en proceso de inscripción, el Congreso corre el riesgo de convertirse en una torre de Babel sin consensos, donde los intereses de corto plazo priman sobre una visión de Estado.
La fragmentación no solo debilita la gobernabilidad, sino que perpetúa un círculo vicioso de inestabilidad institucional.
El rechazo del Congreso a las PASO fue una oportunidad perdida. Más allá de sus defectos, este mecanismo pudo haber filtrado candidaturas y reducido el caos electoral.
Sin reglas claras para depurar la oferta política, los peruanos enfrentarán una papeleta abrumadora, donde el voto termina disperso, facilitando la llegada de liderazgos débiles y coaliciones volátiles.
Sin filtros efectivos, el Perú seguirá atrapado en ciclos de crisis que afectan el crecimiento económico y la confianza en sus instituciones.
La responsabilidad recae en todos. El reto es claro: sin una reforma electoral que ordene la contienda, el Perú seguirá repitiendo el mismo patrón de inestabilidad. La proliferación de partidos sin bases sólidas ni propuestas coherentes solo profundiza la desconfianza ciudadana y debilita la democracia. Urge un debate serio sobre la necesidad de reglas que fomenten la representación efectiva y eviten la sobreoferta de candidatos sin viabilidad política. Si no se toman medidas ahora, el 2026 podría ser un nuevo episodio de caos electoral con consecuencias impredecibles para el país.