En la última columna, lamentaba el fallecimiento del papa Francisco, gran pastor y líder de la iglesia universal. Pero la vida, la política y la religión continúan, y esta semana el Colegio Cardenalicio nos dio al 267.° sucesor de san Pedro: el papa León XIV. Su elección marca un hito en la historia de la Iglesia Católica, no solo por ser el primer pontífice con nacionalidad peruana y estadounidense, sino por su fuerte compromiso con la justicia social y la comunidad, influenciado por su formación en la Orden de San Agustín de Hipona.
Desde su juventud, Robert Francis Prevost (nombre de nacimiento de León XIV) vivió en nuestro país, donde sirvió como obispo de Chiclayo y trabajó activamente con comunidades vulnerables. Su formación agustina le inculcó un enfoque pastoral basado en la unidad y la caridad, promoviendo una iglesia cercana, solidaria y activa en la construcción de sociedades más justas. El nombre que Prevost eligió para su pontificado pone en evidencia su compromiso con la doctrina social de la Iglesia, especialmente con los principios defendidos por León XIII en su encíclica Rerum Novarum de 1891. Esta encíclica es considerada el fundamento de la enseñanza social de la Iglesia, al abordar temas cruciales como el derecho de los trabajadores a un salario justo, la formación de sindicatos y la propiedad privada, equilibrada con la obligación moral de la solidaridad. Inspirado por estos principios, el nuevo Papa ha expresado su preocupación por los desafíos sociales modernos, como el impacto de la tecnología en el empleo y el acceso equitativo a los recursos. Su trabajo previo en el Dicasterio para los Obispos (dependencia vaticana encargada de la designación y remoción de obispos a nivel mundial) le permitió conocer de cerca las necesidades de distintas comunidades cristianas en el mundo, desde las más prósperas hasta aquellas que luchan contra la pobreza extrema. Su mensaje ha sido claro: la Iglesia debe ser un agente de cambio, promoviendo la paz, la justicia y defendiendo a los más vulnerables.
En nuestro país, será siempre recordado por su trabajo en Chiclayo, en tiempos de pandemia; por su invocación a que el exdictador Fujimori, a pedir perdón a cada una de las víctimas de su corrupto régimen; y por su llamado a defender el derecho a las protestas pacíficas y sin represión del Estado, en tiempos del actual régimen de Boluarte y compañía. Con su liderazgo, la Iglesia católica parece encaminada a continuar y profundizar las reformas implementadas por Francisco: hacer de la iglesia una institución más moderna y cercana a la gente más necesitada.
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