“El miedo se acabó” fue el estribillo lanzado a las calles por toledistas, “democráticos” y senderistas durante la caída de Alberto Fujimori. La Policía bajó la guardia y los envalentonados delincuentes y comunistas comenzaron a hacer de las suyas públicamente. Bandas con membrete de “sindicato de construcción civil” asaltaban obras cada vez más notorias por el avance de la economía.
Los propietarios, grandes y pequeños, de esas obras aflojaron, cedieron cobardemente. Y también los encargados de las obras públicas. Pagaron cupos y lo seguirán haciendo. Aceptaron incluir en sus planillas a “trabajadores” impuestos por la presión de esos “sindicatos” mafiosos.
A ciencia cierta no se podía distinguir si eran bandas criminales o sindicatos locales de construcción civil aprovechándose del momento político. Esto es historia poco conocida. Lo cierto es que turbas de supuestos sindicalistas arrojaban de cabeza a capataces e ingenieros de obra para la burla de sus trabajadores.
Al transmitir este malestar a los propietarios la respuesta fue el sometimiento, la rendición sin dar batalla.
La situación escala desde hace 24 años sin que nadie pudiera detenerla. Hoy disparan y matan. Los asesinatos contra dirigentes y trabajadores de construcción civil alcanzan niveles críticos, enfrentados a balazos por cupos y puestos de trabajo en obras privadas y públicas.
El negocio de la extorsión creció en medio de asustadizas almas. El pago de la extorsión no sale del bolsillo del inversionista, es parte de la contabilidad maquillada, trasladada a otros gastos de inversión.
Este escenario de violencia, extorsiones y asesinatos son el resultado del “dejar hacer dejar pasar” tan común en el país y, por cierto, de un plan consistente desarrollado en las últimas dos décadas.
Los izquierdistas lo saben, son parte de la trama. Llevar a extremos la convulsión social no solo va por la vía económica y política sino también por la vía criminal de la que son parte.
El senderismo dejó enseñanzas bien aprovechadas por agitadores sociales y por sicarios cada vez más jóvenes.
Así estaremos hasta que una mano firme haga prevalecer el imperio de la ley. En democracia es posible si la cabeza, el presidente de la república lidere y no sea monigote, pelele, farsante, bueno para nada, portador de una agenda oculta manejada que contaminan todo lo que toca, estos casos los tenemos por más de 20 años.
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