Arequipa es una tierra donde la fe se manifiesta en su historia, en sus tradiciones y en sus devociones más profundas. Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, cuya vida ejemplar la llevó a la beatificación, es un símbolo de entrega y milagros que aún resuenan en la memoria colectiva. Su proceso, que tardó siglos en concretarse, culminó con la validación de un milagro que reafirma su intercesión divina. Su beatificación no solo fue un reconocimiento eclesiástico, sino también la confirmación de la devoción que por generaciones los arequipeños han depositado en ella.
No es coincidencia que otro santo haya marcado la historia religiosa de la ciudad: Juan Pablo II, quien llegó a Arequipa el 2 de febrero de 1985. Ese día, la ciudad vivió uno de los momentos más memorables de su historia contemporánea. Frente a una multitud fervorosa, el papa coronó a la Virgen de Chapi, símbolo de fe y patrona espiritual del pueblo arequipeño, cuya festividad se entrelaza con la celebración de la Virgen de la Candelaria. Además, en esa misma jornada, el pontífice beatificó a sor Ana de los Ángeles, sellando así un capítulo de fervor religioso que une la historia de la ciudad con la santidad.
Cada 2 de febrero, Arequipa revive esta conexión especial con lo sagrado, venerando a la Virgen de la Candelaria que es la advocación de Chapi y recordando la presencia del santo Juan Pablo II en tierras mistianas. Es un día que resume la identidad espiritual de la ciudad, donde la fe no es solo tradición, sino un vínculo vivo con aquellos que han marcado el camino de la santidad.
En una época donde la espiritualidad a menudo se diluye en lo cotidiano, estas fechas nos recuerdan que la fe sigue siendo un pilar fundamental en la historia y el corazón de Arequipa.