Opinión

El deseo de Dios y la misión de la Iglesia

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DIARIO VIRAL

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Dios ha creado al hombre para que viva en comunión con Él y alcance la felicidad eterna. Por eso, en la misma naturaleza humana está inscrito el deseo de alcanzar a Dios y, desde sus orígenes, el hombre ha sido siempre un ser religioso y ha buscado a Dios, como lo testifican los vestigios de las más antiguas culturas que han llegado hasta nosotros. Sin embargo, esta vocación del hombre a ser uno con Dios puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada.

Esto se puede deber a diversas razones: una rebelión ante el mal que existe en el mundo, los afanes de las riquezas, el mal ejemplo de los que se llaman cristianos pero en realidad no lo son, corrientes de pensamiento que niegan la existencia de Dios o son hostiles a la religión, e incluso esa necesidad de negar la existencia de Dios para justificar la situación de pecado en la que uno vive.

Pese a ello, Dios no cesa de buscar al hombre y atraerlo hacia Él. En primer lugar, lo busca a través de la creación. El orden y la belleza del mundo, así como la aspiración del hombre a alcanzar una dicha sin fin, son signos que atestiguan que la creación no tiene en sí misma su origen ni su destino último. En este sentido, la sola razón del hombre lo hace capaz de reconocer la existencia de un Dios personal. Pero, visto que tantas veces la razón del hombre está turbada por el pecado y considerando que aún en su estado más puro la razón humana no es suficiente para conocer el ser íntimo de Dios, Dios ha querido revelarse al hombre y comunicarle su designio benevolente a favor de todos los hombres. De esta manera, Dios se ha ido revelando paulatinamente al hombre a través de diversas etapas de la historia, hasta llegar a revelarse de modo pleno y definitivo en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que vino a este mundo para salvar a cuantos estábamos bajo la esclavitud de la ley, elevarnos a la dignidad de ser hijos de Dios y hacernos partícipes de su vida divina.

Con esa finalidad, antes de regresar al Cielo, Jesús fundó su Iglesia para que ella nos transmita todo lo que Dios le ha revelado para nuestra salvación y dicha eternas. Desde entonces, la Iglesia, con sus luces y sus sombras, realiza la misión de transmitir la revelación que ha recibido de Dios. Una parte de esa revelación fue puesta por escrito y la encontramos en la Biblia; pero otra parte, no menos importante, ha llegado hasta nosotros a través del testimonio oral pasado de generación en generación. Ese testimonio oral, que se encuentra en la Tradición de la Iglesia, así como las Sagradas Escrituras, ha sido encomendado de modo especial a los obispos. Ellos, con el papa a la cabeza, tienen la particular tarea de conservar íntegro el contenido de la fe y transmitirlo fielmente a la siguiente generación. Lo hacen a través de su magisterio, que interpreta auténticamente la palabra de Dios, pero también con la ayuda de los presbíteros, los diáconos y laicos ya que todos participamos de la única misión que Cristo encomendó a la Iglesia.

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