Alejandro Toledo Manrique, un economista que cumplió el sueño americano, pues fue un alumno becado por su inteligencia y obtuvo importantes cargos en Estados Unidos, luego logró ser un caudillo idolatrado por algunos peruanos cuando en el 2000 llegaba a su fin la dictadura de Alberto Fujimori. Hasta que en el 2001 fue el presidente del país.
En esos inicios del siglo XXI, ese extraño peruano fue símbolo del Perú de todas las sangres lo que le permitió postular a la Presidencia con el discurso que iba a convertir al país en potencia.
Nadie olvida su cinta roja en su sien liderando la marcha de los cuatro suyos. Una protesta masiva que terminó expectorando a Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, pero solo ese momento era digno de admirar.
Era de alabar como un adolescente intelectual peruano que vivía en extrema pobreza logró estudiar en la universidad de Harvard. Pero, cuando comenzó a gobernar inició un mandato desastroso y con infinidad de indicios de corrupción. Según la investigación fiscal, recibió millonarias dádivas para que Odebrechet haga obras, tuvo escándalos en nigth club, por exigencia firmó a su hija y diferentes hechos que lo hicieron pasar de ser admirado a odiado.
Su apelativo impuesto por su Eliane Karp de cholo sagrado lo llevó a que se burlen de él, mientras el país seguía postergado. Al terminar su mandato de presidente se fue a Estados Unidos y no volvió, ahora se dice que ese país autorizó su extradicción para juzgarlo en el Perú. Sin embargo, puede ser que se dilate y siga lejos del país disfrutando sus millones. Aunque hubo emoción que por fin sería juzgado en este territorio, esa es una realidad que tal vez nunca veamos y el cholo sagrado no vuelva a pisar el país de todas las sangres.
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