Opinión

Dame, Señor, el sentido del humor

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Un nuevo escándalo sacude la capital, pero no se trata de una operación quirúrgica o una escapadita en el auto presidencial de la señora Boluarte; ni una nueva ley absurda aprobada por nuestros parlamentarios; ni un acto de corrupción por parte de algún juez, fiscal o policía. El escándalo que conmueve a Lima es la presentación de la obra de teatro titulada “María Maricón”, que ha puesto de punta los pocos pelos del alcalde López Aliaga.

No soy teólogo, Dios me libre; ni me considero un artista. Sin embargo, como sociólogo, tengo la capacidad de observar y analizar lo que quizás el fanatismo de quienes censuran la obra de teatro se niega a reconocer. Lo que realmente les incomoda no es la parodia en sí misma, ni el chiste o la burla hacia un personaje que forma parte de la fe católica.

Lo que verdaderamente les molesta, lo que les arde en el interior, lo que les provoca picazón, indignación y enojo, es que dicha parodia tenga connotaciones homosexuales. Para este grupo de fanáticos religiosos, ser “maricón” no es solo un insulto; es, en su visión reducida, el peor de los agravios, el más terrible de los pecados, y si dependiera de ellos, sería considerado uno de los peores delitos. Esta obra, no es la primera y estoy seguro tampoco será la última que use un símbolo de una religión con fines nada religiosos. Por ejemplo, es interesante observar que no manifestaron su malestar cuando en el año 2005 se estrenó la película “Madeinusa”, que también provocó controversia.

Esto sugiere que su reacción está más relacionada con un profundo odio hacia lo que consideran diferente, en lugar de un amor genuino hacia Dios. La censura de una obra de arte que critica la religión es un tema muy complejo que linda con la libertad de expresión, la misma que es un derecho fundamental establecido en nuestra Constitución. Este derecho protege la capacidad de los individuos y artistas para expresar sus opiniones y visiones, incluso si estas son críticas o controvertidas. En teoría, el arte debe tener la libertad de desafiar el status quo y provocar reflexión.

Hasta el estallido del escándalo, nadie conocía la obra de teatro en cuestión. Con la censura del alcalde de Lima y de los fanáticos religiosos de todo Perú, la obra ha ganado fama mundial. Estoy seguro de que será un éxito en su estreno, si llega a realizarse, más por el escándalo que por la obra misma. Recomiendo al alcalde y sus seguidores la oración del buen humor de Santo Tomás, que en su parte final dice: “Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría”. Amén.
 

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