La importancia de La Habana fue tan grande durante cuatro siglos, que se le conoció como “La llave del nuevo mundo”. Venezuela, en 1950, era el cuarto país más rico del mundo y el más próspero de América Latina. Hoy, los cubanos se olvidaron de temas tan esenciales como progreso social, espíritu emprendedor, democracia y bienestar familiar. Y en cuanto a Venezuela, sus 9 millones de hijos que deambulan por el mundo, dan testimonio viviente del veneno que inyectaron los comunistas en un país maravilloso y feliz.
Hoy, 34.7 millones de peruanos despedidos el año 2025 y festejamos tres récord gratificantes en nuestros 204 años de vida republicana: las reservas internacionales suman 92 145 millones de dólares, las exportaciones alcanzaron los 85 100 millones de dólares y la balanza de pagos supera los 30 mil millones de dólares. Si sumamos a ello la inflación anual del 1.5 %, el crecimiento del 3.3 % de la economía del país y la estabilidad del sol como la moneda más sólida de América Latina en los últimos 25 años, hay temas para meditar y evaluar.
Imaginemos hoy, que los peruanos decidamos enriquecer nuestros bajísimos niveles de cultura y conocimiento y nos bañamos en la fuente de los valores. Adiós delincuentes callejeros, gobernantes incapaces e inmorales, no más hijos y ancianos abandonados, superados el racismo, la anemia infantil y la pobreza extrema. Y el pueblo tendría atención digna en los hospitales y un sistema judicial justo y oportuno.
Ahora es necesario explicar el motivo del título de este artículo.
Ocurre que, para el pasado proceso electoral del 2021, el plato fuerte esgrimido por don Pedro Castillo como candidato del partido Perú Libre, fue enterrar la Constitución de 1993, por “entreguista y capitalista”. Y como él, se sumaron al mismo entarimado Verónika Mendoza y Lezcano. Para ellos, los 6 primeros artículos del capítulo económico más el artículo 66 de nuestra Constitución, son el veneno que esclaviza el país y genera pobreza.
Hoy, 36 planchas presidenciales luchan por formalizar sus inscripciones en el JNE. para que el 12 de abril decidan un nuevo capítulo de la vida republicana. Y quienes recomendamos tener memoria, tenemos la obligación de reconocer que todos esos logros económicos obtenidos este año, son fruto, en gran medida, de la Constitución Política de 1993. Un tema muy bien conocido por los candidatos comunistas, socialistas, caviares y sus comparsas, que rechazan el progreso social, la riqueza y la democracia. Y ya no tanto por ideología, sino, porque saben que, en país revuelto, como Venezuela, hay botines que robar y esconder en los paraísos fiscales del mundo libre, a costa de la sangre del pueblo que menos tiene.
Nuestra Constitución requiere modificaciones. Hay que enriquecerla porque la realidad cambia. Pero para imponer modelos chavistas y castristas, jamás.