Desde una cama de cuidados intensivos y a través de X, Jair Bolsonaro encendió la mecha de un nuevo enfrentamiento político con su sucesor, Lula da Silva, al cuestionar el polémico asilo concedido a la exprimera dama del Perú, Nadine Heredia. Condenada por lavado de activos junto a su esposo, el expresidente Ollanta Humala, Heredia ingresó a la embajada brasileña en Lima para acogerse a la figura del asilo político, y en cuestión de horas, obtuvo el amparo del gobierno brasileño. La decisión, según Bolsonaro, “avergüenza al pueblo brasileño” y convierte a los corruptos en perseguidos políticos con honores.
Más allá del tono incendiario de Bolsonaro, sus declaraciones han calado en una opinión pública brasileña cada vez más polarizada, y que observa con creciente desconfianza la política exterior de Lula. El uso del avión de la Fuerza Aérea para trasladar a una persona condenada por delitos graves no solo desvirtúa el espíritu humanitario del asilo diplomático, sino que envía un mensaje contradictorio: ¿puede un país proteger a alguien condenado por robarle al pueblo, y al mismo tiempo hablar de justicia social?
La controversia ha llegado al Congreso brasileño, donde diputados opositores han presentado una moción contra el canciller Mauro Vieira, exigiendo explicaciones sobre las bases jurídicas y diplomáticas de la medida. Aunque el gobierno se ampara en la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954, las dudas persisten sobre si el caso de Heredia califica como persecución política, especialmente cuando la sentencia en su contra fue dictada tras un proceso de más de seis años.
Este caso pone en tela de juicio no solo la imparcialidad del gobierno de Lula, sino la delgada línea entre protección diplomática y encubrimiento político. Si se convierte en costumbre ofrecer asilo a figuras políticas latinoamericanas con expedientes judiciales abiertos, Brasil corre el riesgo de convertirse en refugio de la impunidad. La dignidad nacional no se construye protegiendo a aliados ideológicos, sino respetando la justicia en todas las fronteras.
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