Opinión

Bicentenario de la unidad

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LIBERTAD MERMA

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Ayacucho se convirtió en el último peldaño para consolidar nuestra independencia. Más allá de los relatos históricos que reflejan el espíritu de lucha independentista y el heroísmo de las tropas encabezadas por Antonio José de Sucre, hay más que analizar sobre esta histórica batalla realizada hace doscientos años en la Pampa de la Quinua.

Aquel hecho histórico demostró algo que no ha perdido vigencia hasta hoy. La capacidad de unirnos en torno a un objetivo común y dejando de lado individualidades e intereses personales permitió conseguir el fin supremo de una sociedad: la libertad de decidir sus destinos en búsqueda del desarrollo.

En Ayacucho combatieron hombro a hombro: peruanos (Húsares de Junín y demás regimientos), los llaneros venezolanos, miembros del Ejército de los Andes (incluyendo granaderos argentinos y soldados chilenos), tropas de la Gran Colombia (que incluía colombianos, ecuatorianos y panameños), además de representantes del Alto Perú (Bolivia) y demás. Todos tuvieron su cita con la historia en la Pampa de la Quinua.

Al día de hoy, lamentablemente, este ejemplo perdió su trascendencia. Vivimos en una sociedad en la que el egoísmo predomina sobre la búsqueda de intereses comunes. En ese camino quien ha perdido es el país, que se hunde en diversas crisis (política, económica, social y un largo etc.).

El ejemplo de Ayacucho nos debe servir como sociedad para enrumbar el camino. La unidad de todos debe primar sobre el egoísmo y ponerse en lugar del prójimo debe ser siempre una consigna  a seguir. Han pasado 200 años y la unión de los peruanos no debe perderse en el tiempo.

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