Entre los años 1980 y 1992, Sendero Luminoso a través de terrorismo asoló la democracia peruana. Durante el primer gobierno de Alan García, al drama terrorista se le agregó la crisis económica. La gente desaprobaba el gobierno y le daba tan solo 6 % de popularidad.
Entre los años 2001 y 2006, la economía creció durante los sesenta meses del gobierno de Alejandro Toledo. Sin embargo, contradictoriamente a los éxitos en la economía y la muy buena gestión de los ministros se presentaba un presidente frívolo que cometía muchos errores personales. La ciudadanía no contenta con ese comportamiento le otorgaba al presidente sólo 7 % de popularidad.
Hasta que llegó Dina Boluarte y pulverizó todos los registros. Tres encuestadoras (CIT, IEP y recientemente Datum) le otorgan solo 5 % de popularidad. Ha batido todos los récords. Sin embargo hay una serie de diferencias entre los tres gobiernos que es necesario resaltar.
Tanto Alan García como Alejandro Toledo tuvieron en el Congreso a furibundos opositores. Dina Boluarte goza más bien de una cercanía con los parlamentarios. García y Toledo padecieron de una popularidad de un dígito, pero esta de inmediato se disipó pues sólo los afectó un mes. En el caso de Dina Boluarte es estructural. Hace meses que navega en medio de un mar de incertidumbre.
A la señora Boluarte no le ha gustado ostentar con la peor popularidad histórica. Sin embargo no hace nada por remediar la situación. Su entorno ministerial es muy mediocre y hay casos hasta patéticos como el que protagoniza el señor Raúl Pérez-Reyes, a la postre ministro de Transportes y Comunicaciones. Este pretende habilitar la pista 2 del aeropuerto Jorge Chávez tan solo luego de cerrar la pista actual, de manera inmediata, como si apagara una luz y encendiera otra, como si no se necesitara de un plan de transición. La mediocridad del ministro le impide ver algo elemental.
Pero el peor enemigo de la señora Boluarte y por ende de la democracia, no es su baja popularidad: es la ilegitimidad. Cuando ella se instala no hay autoridad, credibilidad y la gente pierde con suma facilidad la paciencia.
Lo estamos viviendo en estos momentos en el país. La falta de autoridad en el gobierno ahuyenta las inversiones o simplemente desampara a los negocios; entonces se genera una crisis económica de proporciones que destruye el cimiento del resurgimiento, el pequeño negocio y cunde la desazón.
Si la señora Boluarte no hace un cambio de gabinete a la brevedad, convocando a personajes de primer nivel que estén dispuestos a llevar la transición democrática a buen puerto, esto puede terminar de manera muy abrupta.