Los reportes del INEI señalan que los índices de pobreza del 2023 han crecido en comparación al período antes de la pandemia. Incluso, si vamos a un análisis más minucioso, hay un aumento de 1.5 puntos porcentuales si comparamos con el 2022. En conclusión, hay más pobres en un país que lucha por salir de la crisis en medio de tanta inestabilidad (económica, política, social, etc.).
Estos resultados, lamentablemente, no llaman mucho la atención para quienes nos mantenemos al tanto de la coyuntura de los últimos años. Fuera de los análisis numéricos y socioeconómicos que actualmente sobran, creemos que hay un componente tan o más importante. Los constantes sobresaltos políticos han convertido al país en un paciente que cada corto tiempo tiene fuertes agitaciones que lo ponen en coma. Esta analogía la referimos, por ejemplo, a los constantes cambios que se dieron en la clase gobernante.
Con ello reflejamos lo sucedido durante el último lustro (2018-2023). Solo en esos cinco años, se tuvo a seis presidentes que llegaron al poder bajo diversos procedimientos (elecciones, renuncias y vacancias) pero que solo dejaron al país con una imagen de completa inestabilidad ante el resto de la comunidad. Resulta evidente que estas alteraciones influyeron en la llegada de más capitales y de más inversión interna y externa. Estos alicientes siempre han contribuido a que haya mayor movimiento económico y mayores posibilidades de ingresos para todos. Sin ello, es difícil remontar cifras como las presentadas en torno a la pobreza en el Perú.
En este partido también el Gobierno juega un papel importante. A pesar de la crisis, hay recursos que son presupuestados para los diferentes ministerios y se necesita saber administrarlos para conseguir que el país salga lentamente de los números que identifican a la pobreza.