“Un estado democrático requiere la participación de todos los ciudadanos”, decía el joven Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del aprismo. A temprana edad entendió que la única manera de salir adelante es educando a la población. Sus esfuerzos, desde las universidades populares, estuvieron concentrados en hacer del pueblo “factor consciente en la vida nacional”. El llamado a la docencia, a la tarea educadora como apostolado, fue constante en Haya.
“El aprista debe ser fuerte mental y físicamente”, también decía Haya. En esa tarea educadora comprometió a universitarios y partidarios. Los coloquios en las casas del pueblo - locales apristas - son una muestra. Para el líder – perseguido, apresado, asilado y desterrado – la educación conduce a la prosperidad. No hay otra manera de alcanzar nobles objetivos, no existen atajos para superar los retos, no es posible avanzar socialmente con una población ignorante y abandonada.
Los pobladores pobres y sin letra, sin acceso a mayores oportunidades, deben entender que la educación es fuente de abundancia y felicidad. Sin educación, las personas estarían reducidas a seres sin aspiraciones, sin alma, incapaces de cuestionar y observar el universo. La educación libera por voluntad propia y no ajena. Esa libertad, entendida como responsabilidad personal, es la fuerza, el muro contra los poderes fácticos y sus intentos desestabilizadores de la sociedad, la economía y la política.
Y así, mientras Haya conformaba universidades populares - considerado “el primer peldaño hacia el nivel más alto que reclama el progreso de la nación”, enseñándole al pueblo conocimiento y moral, civismo e historia -, el dictador antiaprista Luis Sánchez Cerro reclamaba a la tropa “sangre aprista en las bayonetas”.
La tarea educadora de Haya fue inspirada por Domingo Sarmiento, “de noble figura, hombre de superior calidad intelectual y humana. Maestro de escuela, armado de pluma y patriotismo dispuesto a combatir la ignorancia de los argentinos”. Influenciado por los sabios griegos hizo suyo sus pensamientos: “los gobernantes deben formarse a conciencia para desempeñar bien su cometido, por lo que han de instruirse en matemáticas, geometría, dialéctica y filosofía a fin de entender los conceptos universales”. Supo del escocés Diego Thompson y su trajinar educativo de la mano de los Evangelios en Chile, Argentina y Uruguay; invitado por el libertador José de San Martín para mejorar la educación peruana. Buenos ejemplos tan escasos hoy en día.
100 años después de fundado el aprismo vale recordar a Haya, gestor del ahora menospreciado saber ciudadano, el único camino de superación y liberación.